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¿Fieles o turistas? ¿Por qué no fieles y turistas?

17 de Abril del 2023 - Manuel González García (Gijón)

Sábado 15 de la semana de Pascua. 16.30 horas. Mis hijos y yo, de paso por la capital, queremos entrar en la Catedral de Oviedo para rezar un ratito. Imposible, si no pagamos siete euros por persona. Es horario reservado a los turistas. Tendríamos que esperar a la hora del culto (18.30 h). Algo en mí se rebela, pese a comprender que la Catedral, además de un templo, es un monumento cultural que necesita de fondos para subsistir y para ser debidamente protegido. No soy ni radical ni ingenuo. Pero, ¿por qué no pueden convivir razonablemente los intereses de fieles y turistas?

Antes de responder a esta cuestión, afirmo mi convicción de que la Catedral es ante todo un lugar de culto y de que, aun fuera de las estrictas celebraciones, es un espacio sagrado. La Catedral en ningún momento debe ser despojada de su naturaleza para convertirse -a ratos- en un puro museo donde adquieren prevalencia los que pagan para entrar. Quienes acceden a su interior, sean quienes sean y tanto si hay oficios como si no, deben mostrar el debido respeto y el oportuno recogimiento a su condición de templo.

Vayamos ahora al fondo de la cuestión. La Catedral es un templo cuyo sostenimiento y permanente restauración exigen generar cuantiosos fondos. Es más que evidente. Es la más pura realidad. Ahora bien, en mi opinión, el sostenimiento de la Catedral nunca debería poner en entredicho el derecho que les asiste a los fieles a poder acceder libremente a su templo y de que se les garantice que en él podrán disfrutar del ambiente propicio para su silencio meditativo o sus rezos. En la fórmula actual se opta por crear tiempos diferentes para los fieles (gratis) y para los turistas (previo pago). Se considera que así se garantiza mejor la convivencia entre ambos, porque -se dice- los turistas son ruidosos y van a lo suyo, invadiendo los espacios de forma que resultaría imposible para los fieles contar con la paz requerida en dichas horas. No me convence el argumento pues significaría que la Catedral opta por desnaturalizarse temporalmente para prestar un servicio de corte puramente museístico.

Mi propuesta es otra. La Catedral debería estar, en todo momento, a la disposición no solo de los católicos y demás creyentes sino también -y con pleno derecho- de toda persona que quiera adentrarse en ese remanso de paz, de belleza y de luz que, consciente o inconscientemente, toda persona anhela. La Catedral es un templo católico, sí, y es, al mismo tiempo, un bien inmaterial de la humanidad. Los fieles, obviamente, y toda persona de buena voluntad que acude al mismo con respeto y en actitud de recogimiento o de búsqueda deben poder sentir que están en su casa, ejerciendo en todo momento su pleno derecho a gozar de ese maravilloso legado de nuestros antepasados.

Dicho esto, no soy ingenuo. Vuelvo a afirmar que la Catedral necesita financiación. Como se trata de un monumento artístico de primera magnitud, se puede pensar que una parte de la misma provenga de los miles de turistas que quieren conocer ese bien cultural. Y, en mi opinión, se pueden conciliar los derechos y los intereses de ambos grupos. Lejos de parcelar los tiempos, yo preferiría medidas de sana convivencia. De hecho, en la Catedral se permite acceder a la capilla del Santísimo por el lateral exterior mientras los turistas entran y salen en ella con el debido respeto (no todos, por desgracia). ¿Por qué, de igual modo, no se podría habilitar una zona en la nave central para que los fieles y cualquier otra persona deseosa de serenar su espíritu pudiese gozar, sin cortapisas temporales, de la siempre benéfica contemplación del majestuoso retablo que preside el templo?

Esa zona acotada y esa presencia de personas en actitud orante, o meditativa, o contemplativa... sería en sí misma una llamada y una apelación a que los turistas disfruten de forma respetuosa de la magnificencia de esta obra artística. Es decir, que puedan ser conscientes de que este monumento no es un museo inerte y fosilizado. Al contrario, es testimonio de una historia, de una cultura religiosa y de una fe... aún vivas.

Es mi humilde propuesta. Ojalá las autoridades estudien esta y otras sugerencias para evitar ese impacto negativo de que a ciertas horas ese bien solo sea accesible mediante pago. En la Catedral de Oviedo deberían caber, en perfecta armonía y sin restricciones, todas las personas que buscan de diverso modo ámbitos de paz, de verdad, de belleza... de trascendencia.

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