El tiempo es un puñetero invento
No me refiero a la meteorología, que también está sufriendo lo suyo, sino al tiempo que, inexorablemente, pasa, y pasa tan deprisa que suele pasar de largo sin apenas darnos tiempo de degustarlo.
Hablamos y hablamos del tiempo y no sabemos de lo que hablamos porque es como si no habláramos nada, porque ni el pasado, ni el presente ni el futuro. Todo son instantes, momentos, y poco más.
No existe el tiempo y, sin embargo, somos víctimas de él, de un ente abstracto que nos controla de forma constante sin que podamos hacer nada por evitarlo.
Por mucho que nos empeñemos, el hoy y el mañana, o el pasado mañana, son solo nomenclaturas sin más valor que su nombre.
El tiempo es, por tanto, un invento, pero un invento muy puñetero que nos trae de cabeza. Y no estoy hablando de tifones, de tormentas, de temporales de lluvia, de nieve o de granizo, ni de altas o bajas temperaturas, me estoy refiriendo a ese otro tiempo, al que, pase lo que pase, pasa, queramos o no.
El que diga lo contrario miente y si no que me lo demuestre.
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