Una izquierda bien educada
Una izquierda bien educada nunca cedería ni renunciaría a la más ínfima parte de poder que tuviera para luchar contra la pobreza y el infortunio de la gente y, si no pudiese luchar, ayudaría a paliar en lo que pueda tales infortunios. Obviamente el dinero es poder: es el poder por encima de cualquier otro poder. Pues con dinero, el poder al que me refiero, lo puede todo. Por supuesto que hay cosas que ese poder no puede, y es entonces cuando se vuelve más peligroso.
Una izquierda bien educada no se preocupará de si los ricos ganan mucho o poco, incluso buscará que ganen más y obtengan más riqueza. De lo que sí se preocupará, es de que esa riqueza se distribuya entre los próximos: se invierta en el territorio y se genere empleo. Pero, sobre todo, vigilará y procurará que esa riqueza pague sus buenos impuestos y luego luchará para que estos reviertan contra la pobreza y los infortunios de la gente que le es más próxima.
Una izquierda bien educada lo habrá sido por un magisterio que sí tenía claro como luchar contra la pobreza y el infortunio de la gente, y a él se le debe el mérito.
Una izquierda mal educada lo habrá sido por un magisterio que sí tenía claro que le interesaba la pobreza y el infortunio de la gente para así mantener el malestar revolucionario, y a él se le deberá tal culpa.
Es bien sencillo de entender el porqué de estos escritos, y se entenderá rápidamente al mostrar la didáctica, o al menos una aproximación a la misma, del profesor C. M. Cipolla, que se dedicó a analizar la historia de la economía.
Una izquierda bien educada procurará el bienestar propio y el bien general para la sociedad.
Una izquierda mal educada será capaz de un perjuicio propio con el fin de ver si así molesta a la sociedad lo suficiente como para que estalle una violenta revolución en las calles que le dé el poder.
Con estas claves tendrán ustedes justificadas las motivaciones del escrito anterior: “Una izquierda mal educada”, y las de este también.
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