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De la presencia y la ausencia

24 de Abril del 2023 - Cristina Hernández Martín (Oviedo)

Cada vez que puedo, intento escaquearme de los días en que puedo acercar a mi hijo al cole en la entrada. Una nube negra de negatividad abre las puertas hacía Mordor y se condensa una fuerza de negatividad que pesa y hasta puede olerse: quejas, penas, críticas, desidia. Leñe, acabo exhausta antes de comenzar el día. Al final, he acabado haciendo un análisis de la situación aun sin proponérmelo y dicho análisis me ha conducido a dos términos: presencia y ausencia. Cuando tienes algo a tu lado no puedes darte cuenta de que está. Cuando aquello que siempre está desaparece, es cuando sientes el hueco que ese vacío crea. A veces son ausencias permanentes e irrevocables que conllevan una pérdida definitiva y otras veces son separaciones constantes que implican no la pérdida de una persona, pero sí su ausencia, su no presencia. Mi cambio de residencia ha supuesto pérdidas de las dos clases anteriormente mencionadas.

En ocasiones, he creído cuadrar muy poco o casi nada en este sitio, de momento no lo siento como mío, no me siento parte de él. El tiempo dirá... Pero mientras tanto seguiré viviendo mi día a día con ganas, buscaré el entusiasmo sorteando las bocanadas pesimistas. Estoy en proceso de adaptación. He experimentado avances; lo molesto ya no es un ruido repetitivo, se ha convertido en un susurro leve de fondo y he decidido seguir acudiendo religiosamente a mi psicóloga que siempre me anima a atravesar mis miedos y a calzarme las botas de valiente, esas que están algo desgastadas pero que me pegan con todo. He dicho psicóloga, sí. Pertenezco, según dicen, a esa generación de cristal a la que el roce del viento les hace herida. Lo que ignoran es que yo he aprendido a vivir con cristales atravesados porque no me ha quedado otra, y para ser capaz de hacerlo necesito poner nombre a las heridas que me crean esos cristales.

Me siento más feliz desde que pienso que todas aquellas personas que no están físicamente conmigo lo están cuando repito una de sus frases, y que cada vez que canto, enseño, río, beso, abrazo, me enfado. Cada vez que vivo, cada vez que sí, que no, esas personas hacen piña conmigo, porque las llevo dentro, conforman parte de mi identidad, son mi arraigo y mi memoria, también son presente y serán futuro. Porque yo soy la expresión de otros. Así que cuando bailo, silbo, me río a carcajadas, hablo de más, toco, pregunto, cuando me expreso… Ahí soy yo, con toda la fuerza de mi tropa. Porque somos gran parte de lo que otros nos entregan. Yo soy parte de lo que queda de los que ya no están y de lo que otros me entregan de sí mismos a través de su cariño.

De los que nada aportan, nada reflejo porque no son capaces de dejar su impronta en mi persona. Pero ni falta que hace, solo faltaba. Hay muchas formas de conquistar el espacio, yo nunca debí doblegarme, pero lo hice por momentos que se convirtieron en silencios dolorosos, pero siempre vuelvo a escoger la erótica de la alegría, que le pese a quien le pese es mi esencia preñada de otras esencias.

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