Jandro
Tras unos minutos de espera, ante mí está ese sillón que me va a cobijar durante poco más de treinta minutos. Parece, por su estructura y uso un bien para la circunstancia, pero os diré que una vez ubicado en él la comodidad se hace palpable.
Jandro, tras proteger mi vestimenta, me hace la pregunta de rigor, aunque ya sabe cuál es mi respuesta y seguidamente empieza a trabajar.
Os diré que el momento en que comienzan a sonar unas hojas cruzándose entre sí, con un siempre característico movimiento, la mente adquiere el espacio-tiempo de una placentera relajación que lleva incluso a querer dejarse llevar por el conocido Morfeo.
Jandro demuestra una maestría perfecta en ese arte al que, si no se le interrumpe con algún comentario o frase tópica, le vas a dejar realizar su labor casi sin pausa, la que él necesite para mover la butaca, hacer girar tu rostro o buscar alguna herramienta más.
Finalizamos con un casi despertar de un intensivo ratito donde el cuerpo, la mente, han decidido que siempre hay instantes en los que se necesita un impasse.
A todos los que, como Jandro, aman su profesión y convierten ese lugar de trabajo en la continuación de tu sala de estar.
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