Se acabó la leyenda del beso
¿Cuándo se inició la práctica del beso como expresión de algún tipo de sentimientos?, ni se sabe, pero es cierto que, algunos animales, lo practican incluso sin tener morros y hocicos suaves como las aves que hacen entrechocar sus picos. Así que, es fácil imaginar, en los albores camino de la hominización, cuando todavía nuestros ancestros merodeaban entre las ramas haciendo monadas, según decía aquella canción: estaba el orangután meciéndose en una rama hasta que llegó la orangutana comiéndose una banana; le dijo el orangután, le dijo a la orangutana, nos vamos a vacilar al bar de la mona Juana, y así debió de seguir la fiesta en la que no faltarían besitos entre sus morritos peludos.
Nada nos ha llegado del comportamiento que siguieron los antecesores del hombre actual, como los neandertales, en las formas de expresar sus afectos, a pesar de ser más salvajes que nosotros, aunque tengo mis dudas. Es de suponer que no habría grandes novedades, pues en lo referente a los sentimientos y su forma de expresarlos todos los seres vivos tenemos o usamos una reducida panoplia donde elegir, no se sabe si por la pereza que nos da inventar algo nuevo o para no consumir demasiados recursos.
No hace falta estrujarse las meninges para reconocer que existen muchos tipos de besos. Los hay tiernos y cariñosos como los que prodigan las madres a sus bebés y a sus hijos, que son la máxima expresión del amor que sienten por ellos. Los hay que expresan afecto entre quienes se quieren o forman parte de sus círculos de amistad. Los hay que se usan para saludar, sobre todo a las mujeres, simulando los roces de mejillas con sus variantes de uno a cuatro, o los más aparatosos de tiempos pretéritos en los que se practicaba el besamanos, como signos de respeto o admiración, que incluso llegaban a causar algún que otro accidente, afortunadamente no muy frecuente, tal como recogió Zorrilla, no la vulpeja, si no el poeta en aquellos conocidos versos: aquí yace un cortesano que se quebró la cintura un día de besamanos.
Hay besos traidores como el que le espetó Judas a Jesús. Los hay amorosos, como los que se prodigan en los primeros amores en flor y apasionados entre los amantes, los hay más rebuscados y lascivos, que no merece la pena enumerarlos ni detenerse en ellos. Los hay imaginarios, como el beso de la muerte.
El beso siempre ha sido inspiración de poesías y canciones, llegando a plasmarse en creaciones artísticas muy apreciadas en la literatura, el teatro y la música. Los hay, hasta besos patrióticos que han servido para definir el carácter de un país, como decía la canción aquella de nuestro Manolo: la española cuando besa es que besa de verdad y a ninguna le interesa besar con frivolidad.
Escribo todo esto con un sentimiento de tristeza, pues veo que hasta la forma más tierna de expresar afectos y sentimientos ha sido alcanzada por la marea imparable de la tecnología, expresada en su versión más sofisticada a través de la información y comunicación. Pues resulta que un chino pensó que eso de verse y hablarse con su novia a distancia no era suficiente, así que se le ocurrió ponerse a idear algo que redujese lo que él denominó barrera de la intimidad física, hasta que desarrolló y patentó un dispositivo de silicona con forma de boca que, dotado de sensores, es capaz de reproducir el movimiento, la presión y la temperatura de unos labios, al que denominó MUA por el sonido que se suele hacer cuando lanza un beso. La llegada de la pandemia de la covid-19 que separó a miles de parejas confirmó, al mencionado hijo del Imperio del Dragón, la necesidad de sacar al mercado semejante invento que, partir de ahora, figurará en el palmarés chino junto con la tinta, el papel, los espaguetis, el pato lacado y la pólvora. No solo el MUA con el que hacer mua está disponible en el mercado, también se pueden encontrar otros modelos que se pueden adquirir por comercio electrónico. Al parecer su funcionamiento es sencillo: el usuario usa el labio de silicona, que replica el beso real, y lo envía al otro dispositivo que usa el destinatario, que incluso retransmite los sonidos que hace el usuario a medida que avanza el beso, sin entrar en detalles de qué sonidos pudieran ser. Y, como nunca llueve a gusto de todos, los hay que lo consideran repugnante y los más perfeccionistas lo tachan de incompleto porque no dispone de una lengua robótica. Ya hay modelos más sofisticados que incorporan vídeos, reconocen los besos, los graban y los guardan para descargarlos y compartirlos con los demás. Y lo que es más importante, solo necesitan un voltaje de entrada de cinco voltios para funcionar. Todo un mundo de ósculos virtuales se nos presenta en el horizonte.
Que sigamos conservando y transmitiendo las formas tradicionales de besar y recordemos los besos pasados, porque aquellos que recibimos y nos dimos no volverán.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

