No hay nadie al teléfono
No hay duda alguna de que, desde la pandemia, la mayor parte de servicios públicos han cambiado sus protocolos de servicio a los usuarios en detrimento de los mismos. Algunos al menos no hemos olvidado aquellas colas ante las oficinas bancarias, hiciera frío o calor, lloviera o nevara. Daba igual que tuvieras 20 que 90 años, todos a la intemperie. No se habilitaron unas carpas o algún otro sistema que protegiera a los usuarios de las inclemencias climatológicas. No se ampliaron plantillas para agilizar el servicio a los clientes, muy al contrario las plantillas se redujeron de modo drástico. En la oficina del Banco Santander de La Felguera, que absorbió la del Banco Popular, el cual a su vez había absorbido previamente a la del Banco Pastor -tres en uno como los desengrasantes- había no menos de seis o siete personas. En mis últimas visitas no había más que tres.
En la Sanidad pública las quejas, sobre todo entre la gente mayor -tengo una hermana de 86 años, por consiguiente testimonio cercano-, se agravan. Todo se enfoca al teléfono, pero la línea se satura con facilidad pues, que se sepa, no hay un sistema de recepción de llamadas adecuado para canalizar todas esas llamadas posibles, así que cada vez que intenta conseguir cita a través del teléfono se pasa la mañana intentándolo y no siempre lo consigue. Me temo que pase con este servicio como con el comité de expertos en covid que luego se supo inexistente.
Tengo una cuñada con un grave desgaste de cadera. "No sé cómo te tienes en pie", palabras textuales del traumatólogo después de ver los resultados del estudio que le hicieron; ese deterioro le ocasiona un fuerte dolor continuo. Calificaron su caso como "preferente", sin embargo cinco meses después aún no la han llamado ni para el preoperatorio. ¿Qué hacer cuando te encuentras en una situación así? Dicen que Asturias es una de las autonomías que más invierten en Sanidad, si es así yo me pregunto adónde va ese dinero.
Esta mañana me he pasado la mayor parte del tiempo intentando conectar con la oficina de Muface en Oviedo sin lograrlo. La última vez que me presenté allí para una gestión me dijeron que debía pedir cita telefónica previa; en el mostrador, una sola persona, donde antes había tres. Marco el número y me sale una voz automática que me dice que "en breve atenderemos su llamada, manténgase a la espera". Cuando llevo ya unos cinco minutos, más o menos, me anuncia que ya estoy el tercero en el orden de atención de llamada, para cortarse mensaje y llamada, y así tras varios intentos igualmente infructuosos. En una de las llamadas llegué a ocupar el ¡segundo puesto!, huuumm, casi llego a meta, solo que el resultado fue igual de frustrante que en las llamadas anteriores.
Podría citar otros casos y otros testimonios de gente cercana que me comenta casos parecidos. La conclusión que extraigo de estas experiencias es el desprecio al ciudadano que calla y soporta resignado por parte de quien se cree estar en una situación de superioridad e impunidad totales.
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