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Cuando se tiene todo, no se valora nada

30 de Abril del 2023 - José Viñas García (OVIEDO)

Cuando se habla de precariedad y de las dificultades de la juventud actualmente, recordarles que sus abuelos trabajaban de sol a sol, algunos sin verlo (mineros), sábados incluidos, por salarios míseros; se desplazaban kilómetros andando con calor, lluvia, frío o nieve, todo sin calzado y ropa adecuada; no había frigoríficos, móviles, teléfonos, ordenadores, microondas, televisores, lavadoras... en muchas viviendas ni baño, ni agua, tampoco calefacción ni aire acondicionado.

La miseria que existía no estaba relacionada con la falta de alegría, de diversión y de superación. Supieron pelear por sus derechos y una mejor vida. Las mujeres desde casa criaron hijos, cuidaban de familiares mayores, atendían huerto y ganado, todo sin comodidad alguna. Aquellas mujeres y hombres fueron los precursores de un mundo que ahora disfrutan, de todo cuanto tienen ahora y todo les parece poco.

El ocio era un lujo, por eso se disfrutaba cuando tocaba, ahora pretenden disponer de ocio sin negocio, sin sacrificio laboral, todo les parece imposible e inasumible cuando se trata de trabajar. Nacen con todo, incluida comodidad, permisividad e indisciplina, van a la Universidad en coche, viajan, vacacionan, con billetes en el bolsillo, desde la adolescencia con móviles, tabletas, portátiles e internet, en la habitación calefacción y televisión; diversión, la que quieran... ¡como para hacerles ir a trabajar después contentos! Y todavía les vemos manifestarse pidiendo igualdad y romper techos de cristal sin haber pegado palo al agua todavía; hay que tener mucha jeta.

Aquellas mujeres y hombres (sus abuelas y abuelos) sin estudios importantes lograron elevar las posibilidades de todos, estudiar a sus hijos, y darles un futuro mejor del que ellos habían tenido.

En vez de quejarse, llorar como ahora y pedir que nos lo den hecho todo, trabajaron duro por un bienestar que ahora (con su inconformismo cargado de comodidad y pereza) están destruyendo. Lograron cimentar una sanidad pública pletórica, se asentaron derechos de trabajadores, para las mujeres y crearon las bases para que ningún niño o niña por nacer en peor cuna no dispusiera de las mismas oportunidades de estudiar y prepararse para acceder a cualquier profesión el día de mañana. Esa fue la verdadera revolución por la igualdad y las libertades.

Esos abuelos llegaron a trabajar por la comida, hacían de criados, pinches, aprendices, peones... ahora quieren terminar de estudiar y colocarse de directores generales o de ministras como vemos.

Exigen cuotas y cremalleras en nombre de la igualdad de género; que no es otra cosa que asentar las bases del fracaso en manos de cualquiera; la igualdad no se pide o regala por sexo, se demuestra con seso.

No piden mismas oportunidades, ya las tienen, no piden mismos derechos que también los tienen, piden estar arriba sin pasar por abajo (cargos de responsabilidad, de alta dirección, ministerios...), solo cuadrar números de paridad de sexos, no por meritocracia y seso.

Su inconformismo les lleva a diversificar su identidad de género, a dudar de su genética biológica y a fabricar tantas tendencias sexuales como imaginación y tiempo libre tienen ¿Qué puede salir mal?

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