Esto de pensar pa na...
Estuve busca y busca y no lo logré. Veo el actor. Y no tengo duda, a lo peor me equivoco, pero estoy bastante seguro de su nombre, Richard. Bueno pues el tal Richard, en una película, que creo recordar era bélica, soltaba una frase que, vaya a saber por qué, en todos estos años -la vi en los años cincuenta o sesenta- no ha dejado de venirme a la memoria de vez en cuando: "Si cada vida es un mundo, cuántos mundos habré matado yo". De mi cosecha añado que un mundo tan enigmático como el que más.
Sí, hoy me ha vuelto, cada vida es un mundo, lo de cuántos mundos habré matado no me lo pregunto, no me he cargado ninguno. Mas lo de que cada vida es un mundo no es que me lo pregunte, lo evidente se acepta sin más, pero sí es lo que me ha traído hoy a teclear.
Lo tengo archirrepetido, en la naturaleza solo hay originales. De manera que soy un mundo, único, con 83 años de enigma. Casi nada. Pero, a lo que iba, que, con mucha mayor frecuencia que la frase de Richard, se me vienen a la cabeza algunos de esos interrogantes que el ser humano suele hacerse, y a los que algunos dedican su vida a buscar respuestas a un enigma que de antemano saben que ni ellos ni los que les sucedan en su empeño van a resolver. Sus descubrimientos al respecto serán meros escalones de una escalera infinita.
Lo que es yo, cada dos por tres me meto en ese intríngulis insondable. Una y otra vez me pregunto, por ejemplo, de dónde coño vendrán mis pensamientos. Quizás procedan de estímulos exteriores. Seguro que sí, en ocasiones. En ocasiones seré yo mismo el que los patrocine. Pero sea como sea, mi voluntad, ni un coño tiene que ver con eso.
Yo decido pensar, pero no sobre qué hacerlo. Lo que me lleva a otra cuestión sumamente deprimente: entonces ¿qué coño pedazo de vaina soy? Un títere manejado, por lo que quiera que sea, que me regresa al principio de la misma reflexión una y otra vez. O sea, a convertirme en un estúpido Sísifo empujando tremendo pedrusco cuesta arriba, hasta que no puedo más y se me escapa. Y, mientras bajo a buscarlo, tomo resuello para volver a empujarlo. Hay que ser...
Aunque sí tengo clara una cosa, tanto el motor que las pone en marcha, "mis" ideas, como el contenedor en el que viajan, soy yo, es mi cuerpo. Y cuando este, mi cuerpo, desaparezca, hasta luego, Lucas.
Todo esto no evita que sea consciente de lo que no soy, por ejemplo infalible. Lo que, como entretenimiento, algunas de las horas en que debería estar dormido y el sueño se me niega, me diga: -Coño, a lo mejor me equivoco y resulta que mis pensamientos pueden viajar sin mí e incidir, de manera fulminante, en la vida de los destinatarios. España fumigada. No más fitófagas ni malas yerbas. ¡Pero!
No sabes cómo lo siento, España. Al menos hasta ahora ni a ti ni a mí nos ha caído esa breva. Seguiré insistiendo porsi.
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