España se rompe
Pocas cosas suceden por azar; el destino no se complace en designarnos un resultado favorable a nuestra medida, siempre hay un germen engañoso, ajeno a nosotros, que con armas seductoras brota con todas sus consecuencias.
Y es esa semilla la que, como un algoritmo sediento de poder, inicia sus pasos con una trama dirigida a colectivos vulnerables, incautos, resentidos o, simplemente, oportunistas y advenedizos.
Sí, España se rompe, y por su columna vertebral. El desencanto de vivir está latente en la atmósfera: unos se conforman, otros vagan en la duda y algunos, ante el fracaso y la vaciedad manifiesta, se suicidan. Pero, nosotros, los ciudadanos de a pie, no somos culpables, son los dirigentes que, carentes de compromiso moral, político, educativo, envuelven a la población en un imán que se obstina en sacar lo peor de nosotros mismos. Llevamos el camino de vivir en una sociedad como la que Orwell describe en su novela "1984", donde lo mas difícil no es sobrevivir, sino seguir siendo humano.
Y es ese deterioro, esa ausencia de valores, lo que motiva que España esté sumergida en los escombros de una sociedad decadente, elaborada durante años. Vivimos en un país donde la libertad se ha convertido en libertinaje, el estudio y el esfuerzo en una costumbre obsoleta. Cada día nos levantamos con un nuevo crimen, violación o barbaries de todo tipo, lo que demuestra un embrutecimiento favorecido por la permisividad.
Los gobernantes se esmeran en tener contento al hombre de la calle a través de medios atractivos y populares con los que parecen decirnos: no pienses, lo hacemos por ti, tú vive y disfruta. Así pues, ¿qué nos queda? Asumir el desencanto con sus graves consecuencias en muda contemplación o decir: No, no dejaremos que España se rompa.
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