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La crisis y las oportunidades de la energía eólica marina

7 de Mayo del 2023 - J. Suárez Marqués

Será un mantra, un aforismo o lo que se quiera, pero expresa un principio de la realidad. Ni más ni menos que cuando algo se acaba, otro algo comienza o… la realidad ni se crea ni se destruye, se transforma. La larga historia de Asturias, proveedora muy notable de energía, como todos los ciclos llegó a su término y nuestra región, encogiéndose sobre sí misma, rebusca insegura el futuro.

En ese escenario aparece el POEM con el mapa indicando las zonas aptas para instalar molinos de viento en el mar, y la consecuente respuesta inmediata del marino y profesor de náutica Luis Antonio García Martínez: a la vista del mapa que cubre de polígonos la costa cantábrica se verían perjudicados hasta once de nuestros caladeros… y alguno más, que sitúe las -al parecer- dos rutas de salida a tierra de esa energía; de manera que estamos ante dos actividades o intereses que se solapan en un mismo espacio, con la consecuente entrada en conflicto de la reserva de las áreas más adecuadas para plantar o fondear los molinos con las que más gustan a los peces. Pero hay dos maneras de encarar ese conflicto: la excluyente de lo uno o lo otro y la de la colaboración que salve las dos actividades necesarias. Llegar a la segunda o más beneficiosa exige, más que descalificaciones a priori, el conocimiento de las consecuencias de los polígonos sobre la pesca.

El conflicto entre la pesca y los molinos que se disputan un mismo espacio en el mar

Habrán de ceder las dos partes: algo así como parte de las áreas reservadas para eólicos por áreas a modo de pasillos para la pesca, respetando algunas de las zonas de más alto rendimiento o especies más preciadas

Además de algunos datos conocidos -viejos, incluso-, como la notable bajada de capturas, ya hace un siglo, por el aumento del esfuerzo que implicaba el arrastre y la mejora tecnológica de la flota, hecho contrastado tras el parón de las guerras civil y europea (la capturas se recuperaron notablemente, como si de un largo parón biológico se tratase), a finales del pasado siglo, conocimos nuevos datos con la investigación -de la Universidad de Oviedo- en la radial de Cudillero, que indicaban una correlación entre el aumento de la contaminación y la temperatura del mar y la disminución de fitoplancton y microalgas (inicio de la cadena de la vida en el mar), fenómenos ambos muy difíciles de disociar de la tendencia a la baja de la población de importantes especies.

Será en ese escenario, pues, donde se libre la partida entre la colaboración y la confrontación, y partiendo desde el universal de que con las cosas de comer no se juega, tampoco es posible no saber, o querer ignorar, que la realidad climática asociada al tirón de la población mundial no aguanta ni hasta mediados de siglo (temperaturas y sequías extremas, huracanes, inundaciones o subida del mar, contaminación y entropía en suma); de modo que, como en la búsqueda de todos los acuerdos, habrán de ceder las dos partes: algo así como parte de las áreas reservadas para eólicos, por áreas a modo de pasillos para la pesca, respetando algunas de las zonas de más alto rendimiento o especies más preciadas. Sobra decir que la condición de posibilidad de ese acuerdo pasa por la investigación, mucha investigación (sería buena tarea para la Escuela de Ingeniería de las Energías, hoy de Minas, y no la de su emplazamiento), sobre la interacción entre los molinos y los recursos marinos. Solamente así se podrán hacer afirmaciones como la taxativa de que desaparecen por completo los peces, o la contraria de que no pasa nada.

En la economía global y la integración europea, el sector español de la pesca ha perdido peso, indudablemente; sin embargo, mantiene como sector primario carácter estratégico, y como tal ha de ser protegido, aunque, y sobre todo, tras salida de la UE del Reino Unido, sea preciso recuperar cuota tras las pasadas cesiones a nuestra entrada en la Comunidad Europea… España importa ya la mayor parte del pescado que consume: los datos de la pasada década eran de un 1,5% aproximado del consumo mundial, por un 0,70 de las capturas. Y ya no volverá a situarse, tras Japón, liderando el sector mundial. En esa realidad, no cabe otra opción: además de salvar los muebles o nuestra pesca, no es posible obviar la solución del problema de la energía limpia -a riesgo de catástrofe climática y humana-. Así que, obligadamente se trata de que el sector pesquero, con los muebles a salvo, obtenga compensaciones para el desarrollo y fijación de población, sobre todo, en las zonas en caída demográfica, más allá de sobrevivir de sectores que solo generan poco empleo, poco tiempo y poco valor añadido, como determinado tipo de turismo… mientras el clima no lo remedie. Eso y el hub del hidrógeno limpio alrededor de El Musel-Arcelor, o desarrollos como el de Aboño de EDP, además de la industria transformadora necesaria, como el reciclaje de los molinos, por ejemplo, en zonas y espacios navales de Asturias en franco retroceso, como el mío -Cudillero-: casi todos los diecinueve puertos asturianos servirían a las conexiones con los polígonos, o como subestaciones del hub energético o hidrogeneras, convirtiéndose -con la energía, como antaño el carbón, al pie de obra- en la salida para detener la ya larga caída de la población y riqueza de Asturias, hoy ensimismada con el placebo de la llingua y la identidad.

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