El Día de la Madre 2023
A un joven le preguntaron por la radio: ¿de quién te acordabas más cuando estabas en la cárcel? “De mi madre, sobre todo, de mi madre”, contestó sin vacilar. Todos pensamos mucho en ella, ciertamente. También yo quiero acordarme hoy de las madres para engrandecerlas y felicitarlas en su día.
¿Por qué se añora tanto a una madre cuando Dios se la lleva con Él? ¿Por qué está tan entrañada en su hijo? ¿Será porque estuvo en el nido caliente de sus entrañas, porque ha dado por él su propia sangre? ¿Será porque un hijo experimenta cada día que ella circunda su vida de un amor que tiene forma de cruz? Por esto, sí, porque lo suyo es mucho más que amor. Es algo único, casi divino. Por eso buscamos su presencia protectora. Diríamos que la necesitamos.
La madre. Gracias a ella, la vida tiene una casa. En su intocable claustro materno va creciendo con asombro una persona humana para después ser educada por sus mismas cariñosas y firmes manos. Y esa maternidad la hace plenamente feliz, pues los hijos, aun los no deseados y después igualmente amados, son para ella una bendición de Dios y no un lastre. Son la razón de su vivir.
No nos sorprende, pues, esta confesión de una madre que abortó: “Una inmensa tristeza me corroe, los miedos me persiguen y un implacable remordimiento me roba la paz”. Hijo y madre: dos víctimas del aborto, que es pecado, negocio y crimen. Y ella comenzará a recuperar sosiego interior solo cuando el confesor la absuelva. Su hijo, entretanto, intercede desde el cielo por su salvación.
La madre, además, tiene un gran poder, como lo afirma el refrán inglés: “La mano que balancea la cuna es la que rige el mundo”. Y nosotros hablamos de “lengua materna”, remarcando así su decisiva influencia moral para guiar derechas las varas tiernas a fin de que, llegadas a sazón, mejoren el mundo. La madre nutre, cría, educa a sus hijos; y todo al mismo tiempo.
Es la labradora de su alma y la confidente que siempre escucha y no acusa. Por estar tan pegada a sus hijos, con su palabra y ejemplo, se hace maestra eminente de virtud. Un hombre, sollozando ante el cadáver aún caliente de su madre, decía: “No me ha dejado dinero porque éramos pobres, pero me ha dejado la mejor herencia: su fe y su honradez; siempre estaré agradecido”. El padre enseña al hijo a defender su dignidad; la madre le modela, como el alfarero el barro.
La madre. La que reúne a los suyos y viste su casa de armonía y fiesta. Es como el sol que todo lo ilumina y alegra. Crea hogar, que es el lugar cálido donde se encuentra la gente que se ama, donde uno es esperado. Ella se lo merece todo, aunque se contenta con poco. Una flor, un beso, un dibujo de párvulo o un “mamá, te quiero” le basta y la conmueve. Ella no pide; solo da.
En la deliciosa película “Marcelino pan y vino”, el niño pregunta a Jesús en la Cruz: “¿Qué hacen las madres?”. Y Jesús le responde: “Dar, dar hasta quedarse viejas y con arrugas.” -Y feas, prosigue el niño. “No; las madres nunca son feas”, contesta dolidamente el Cristo. Dar y darse embellece.
Madres, que la Madre del cielo os ayude. Y, unido a los vuestros, de corazón os digo: ¡Muchas Gracias! ¡Muchas Felicidades!
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