Descorchar
Antes de enviar a mejor vida los ejemplares de LA NUEVA ESPAÑA del mes de abril, les eché una última ojeada por si había quedado sin leer algún artículo que pudiera resultar interesante. La sorpresa estaba en el día 3 de abril, en esos días de descanso que facilita la Semana Santa. La ocupación presentaba cifras muy altas. Muchos habían marchado a descansar fuera de la tierrina. Otros habían venido para mojarse un poco en las playas de la costa asturiana. En resumen, todo el mundo buscaba descanso, aunque fuese un fin de semana. Todo el mundo, menos la Lengua, que, por su naturaleza, no toma descanso, ni una triste siesta. Pobres de nosotros si un día llega a coger la maleta. En ese repaso encontré un titular que me desconcertó. Era un caso flagrante de ataque alevoso al Diccionario.
El verbo “iniciar”, y sus sinónimos, fue desterrado hace tiempo. Ocupa su lugar el cacofónico “arrancar”, verbo que es una agresión fónica aun a los oídos más opacos. El Diccionario de la Docta Casa, en algunas explicaciones, no deja a este verbo en buen lugar: lo asocia con “violencia”, “guerra”, “despedir”, “vencer”, “embestir”, “encolerizarse”… Solo hay dos referidas a motores, que serían su sitio natural. A este verbo se une la expresión “pistoletazo de salida”, cuyo asiento más apropiado son algunos deportes de pista: carreras de caballos, de galgos… Lo del “pistoletazo”, así solo, no necesita traducción: un golpe de pistola, generalmente en la cabeza, como en las películas de buenos y malos. Hace poco leí en una revista el “arranque” y el “pistoletazo” aliados sin ningún escrúpulo, en un mismo enunciado: “… esa mirada suya dio el ‘pistoletazo’ de ‘arranque…’”.
Pero como “no hay dos sin tres”, según el refrán, a dichos especímenes, se les juntó por sorpresa otro colega el día 3 de abril para cumplir con otro refrán: “Dios los cría y ellos se juntan”. Se trata de “descorchar”, verbo que tiene su asiento natural al norte de Pajares, o sea, en Asturias, con la noble misión de anunciar solemnemente una próxima “espicha”, cuyo dorado aroma se extiende desde el río Eo, en occidente, hasta Tina Mayor, en oriente, mezclado frecuentemente con las conocidas tonadas “Axuntábense”, “Baxaron cuatro alleranos”, “Dime, paxarín parleru”…
Ese día 3 de abril, en una información del diario citado arriba, el texto, con foto al lado, hablaba de las procesiones y se decía: “La Borriquilla ‘descorcha’ ocho días de pasión cofrade”. Como creí que lo que estaba leyendo era una alucinación o un espejismo, me lavé bien los ojos y volví sobre el texto. Pues no había ni alucinación ni espejismo: una “La borriquilla descorcha”. Increíble. Con lo fácil y menos traumático que hubiera sido convocar a otros verbos condenados al ostracismo y elegir entre ellos, por ejemplo, “empezar”, “iniciarse”, “comenzar”. Suponemos que el tal “descorchar”, advenedizo verbal, exigirá a sus colegas “arrancar” y “pistoletazo de salida” formar parte de la banda, porque, según otro refrán, “Dios los crea y ellos se juntan”. Alegará que tienen algunos rasgos en común, como es el ruido, claro que cada uno en su tesitura, aunque con distinto timbre. Si nadie lo evita, pronto veremos a este verbo de “descorche” aparecer en sociedad, en competencia desleal con los ya mencionados. Con un poco de paciencia, quizá se consiga que el trío renuncie a su presencia en los medios, que son con frecuencia responsables del mal uso de las palabras. Lo mejor será que se jubilen los tres y que cada uno se vuelva a sus orígenes: el taller de coches, la carrera de galgos y la espicha, con o sin tonadas.
Coda: el día siguiente al de autos, en LA NUEVE ESPAÑA aparecía un artículo con un título no menos ruidoso que los anteriores y con la misma intención literaria: “‘El León de Oro ‘ruge’ en la Catedral”.
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