¿Qué es lo que da felicidad?
¿Qué daría este mundo de hoy por fama, dinero, o las dos cosas? Pues algunos todo, a la vista de lo que sucede: la dignidad, la honradez, la honorabilidad, la salud, la familia, el tiempo de la vida toda, y... la felicidad; sí, la felicidad. ¿Pero no es el dinero y la fama lo que produce la felicidad? No. La obsesión por lo material y lo superficial distrae a las personas de las cosas que realmente tienen importancia en la vida, y acaban sacrificándolas.
En Estados Unidos, por ejemplo, muchos ciudadanos son más ricos que nunca. “Pero, en general, no somos por ello más felices”, señala “Time”. Lo mismo cabría decir de otros países. En China, pese al auge económico, el suicidio es ya “la principal causa de muerte entre las edades de 15 y 34 años”, indica la publicación “Access Asia”. Parece que un factor que contribuye a ello es la presión impuesta a los jóvenes para que triunfen en una sociedad implacable y rigurosa. Lo que hace felices a los terrestres en general es difícil plasmarlo en unas líneas; yo... espero el día en que no encuentre ninguna noticia de crímenes ni abusos para ver cómo me sienta.
Una felicidad absoluta no es posible en el tiempo que estamos viviendo, al menos entre personas responsables, pero se puede alcanzar en una medida. La verdadera felicidad se deriva de aquellas cosas que tienen que ver con la espiritualidad. De la espiritualidad dice la Biblia: “Por otra parte, el fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio” (Gálatas 5:22, 23).
Examinemos por qué estos son factores que contribuyen a la felicidad: el amor que mostramos hace que los demás nos amen. El gozo nos proporciona la fuerza para enfrentarnos a las dificultades. La paz nos ayuda a evitar problemas en las relaciones personales. La gran paciencia nos permite ser felices incluso aunque estemos pasando por una prueba. La benignidad atrae a otras personas. La bondad que despleguemos hará que los demás nos ayuden cuando lo necesitemos. La fe nos asegura la guía amorosa de Dios para el presente y el futuro. La apacibilidad nos proporciona tranquilidad de corazón, mente y cuerpo. El autodominio nos ayuda a cometer menos errores.
Hay que decidirse, dinero -suponiendo que se pueda conseguir-, fama -eso es más fácil, sobre todo si es mala-, hacer lo que a uno le sale de las narices sin que importen las consecuencias, o la felicidad que sobreviene de una conciencia tranquila y un amor a Dios, que conlleva amor a la verdad y la justicia, además de amor al prójimo como a uno mismo, y si hace falta más que a uno mismo.
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