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La cosecha familiar

14 de Mayo del 2023 - Marta Bravo

Quizá no sea una casualidad que coincidan en la misma fecha dos celebraciones aparentemente tan dispares. El 15 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Familia y San Isidro Labrador. La tradición sitúa bajo la advocación del santo todo lo que tiene que ver con lo agrícola y rural, con especial tutela en el cuidado de las cosechas y sobremanera en la fecunda germinación propia de estas fechas cuando, en un tris o mal pedrisco, se pueden perder todas las felices expectativas de recolección. Además, es patrón de Madrid, donde está enterrado, para recordar que todo cambia y que la capital en algún momento también fue pueblo y, en vez de asfalto y coches, todo eran bueyes y surcos. En cualquier caso, coinciden el santo con el día que se dedica al núcleo que vertebra nuestra sociedad, la piedra angular de todas las formas sociales que han existido: la familia.

En mi actividad acompañando a personas, frecuentemente me encuentro con hombres y mujeres que llegan al límite de sus fuerzas tras haberse enfrentado a situaciones extremas y quieren restablecer la calma y el sosiego interior para volver a sentirse en paz. En esos momentos, después del pedrisco, todos suelen coincidir en el refugio de la familia. Pero no una familia para lucir en celebraciones especiales o como estática referencia de un instante o mera colección de nombres. Sino una familia entendida como el lugar donde comenzó todo, donde se recibieron las verdaderas enseñanzas y se forjaron los valores que acompañarán toda la vida. La familia como el lugar de germinación y la tierra labrada capaz de producir los mejores frutos, las mejores personas.

Sumario: Una reflexión sobre la familia a propósito de la conmemoración de su Día Internacional

Destacado: Es tan determinante el poder que tiene la familia en el desarrollo posterior de cada cual que si descuidamos esta conexión provocamos resultados tan desoladores como los que abren los periódicos un día sí y otro también

Es tan determinante el poder que tiene la familia en el desarrollo posterior de cada cual que si descuidamos esta conexión provocamos resultados tan desoladores como los que abren los periódicos un día sí y otro también. El análisis de las noticias que nos abruman nos arroja una misma causa mayoritaria: hemos perdido los valores. Pero esta pérdida de los valores no ha sido una evaporación sin motivo, una desaparición sin causa justo en este momento histórico, sino la consecuencia del bombardeo sistemático a la familia, la institución sobre la que se apoya la sociedad. La prevalencia de los valores del amor, de la comunicación, del cariño profundo enraizado en la dedicación de tiempo a las personas, ha sido sustituida por otras cosas —que no valores— materiales que han desencadenado el sufrimiento profundo que se esconde tras las noticias más desgarradoras donde se desatiende a las víctimas. Poco a poco, consciente o inconscientemente, hemos ido quitando amor en la casa y hemos ganado en fibra óptica. Hemos sustituido comunicación por series encadenadas. Hemos cambiado la confianza y la conversación por el audio a doble velocidad. El afecto por la foto. Las personas por la agenda.

Paso a paso hemos dado entrada al individualismo que nos ha hecho creer que éramos capaces de cruzar el mundo solos, de enfrentarnos a todo con las respuestas de Google. Y no hay nada más desolador que pretender cruzar el mundo en soledad, con el sufrimiento de que nadie te espera cuando regreses, ni te enviará apoyo cuando lo necesites.

Si queremos que los titulares cambien es hora de restaurar los valores de siempre, los que se cultivan en el huerto de la familia: el cariño profundo en la casa, la conversación a la hora de comer, el amor en todo lo que hacemos unos por los otros, la confianza para restañar aquello que nos duele. En definitiva, es hora de convertirnos en unos “Isidros” y unas “Isidras” que, con gran paciencia y fatiga, se dedican a los miembros de la familia porque saben que la buena cosecha se recoge tras dedicarle tiempo. Tras regar amor. Tras arar y volver arar las veces que sea necesario hasta que llegue el día de recoger el fruto. El día de recoger lo sembrado.

Además, con el correr de la vida, otros entornos se hacen un poco familia. Es el caso de Mujeres de Empresa, asociación a la que pertenezco y que supone un apoyo fuerte a empresarias, autónomas y profesionales que cada día peleamos por lo nuestro.

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