Perros, gatos y humanos
Amor y bondad son reflejos de la misma imagen en el espejo en que se mira lo intangible. Inseparables. Causa y efecto a un tiempo del uno y la otra. Pero, desde luego, sin carácter de exclusividad alguna.
Se puede ser amoroso/bondadoso con uno/unos y mostrarse despreciable con otros. Puestas ambas manifestaciones en una balanza, el fiel indicará qué tipo de persona se es.
Para mí, los perros son buenos y los gatos malos. Aunque, en virtud de lo que acabo de decir, pueden darse perros malos y gatos buenos.
Una cosa que siempre se me viene a la cabeza, y en esta ocasión también, al hablar de gatos, es la estética. Considero a los felinos, aparte la hembra humana, la creación más hermosa de la naturaleza.
Hecha esta observación, debo volver a la maldad, bondad de estas especies, incluida la mía, que son las únicas en las que valoro estos aspectos porque yo soy de una de ellas y, las otras dos, porque son las dos que realmente, se podría decir, conviven con la propia. Dicho lo cual, y el hombre, ¿bueno o malo?
Antes que todo, inteligente. Lo cual, en cuanto a su maldad, en el estilo coloquial de uso actual: el ser humano no es malo, sino lo siguiente. Y respecto a su bondad, yo no creo que llegue, ni con mucho, al nivel de la del perro. Aunque es difícil establecer la comparación, dada de ambos su condición. El perro, por ejemplo, no puede hacer donaciones materiales, solo puede recibirlas, y agradecerlas. Lo que da, en cantidades ingentes, a raudales, es amor. Aunque en su contenedor de sentimientos cabe de todo. Además del amor, el rencor, la envidia... y la indiferencia a pasto. Pero, a diferencia del hombre, estos sentimientos, digamos negativos, es muy raro que no estén justificados y, aun los que pudieran parecer injustificados, puede que le sean inducidos por el humano que tiene a su lado.
Del hombre, de un siguiente no muy lejano de malo, debe haber unos cuantos especímenes. De lo siguiente de bueno... No es necesario que se haya aprendido a contar muy allá. De lo siguiente de malo... ¡Ay, mamita! Échenle los miles de millones que quieran.
Una encuesta, esta mía, mucho más ajustada, sin duda, a la realidad que las del CIS. Que, por otro lado, caen de cajón sabiendo quién toca las teclas de ese acordeón.
A medida que la humanidad ha ido, digamos, avanzando, claro está, sus enemigos, y por tanto sus enfrentamientos, han ido cambiando. Primero contra los bichos que querían comérselo o que él quería comerse y, ya a día de hoy, en exclusiva consigo mismo. Es decir, el actual enfrentamiento es entre hombres buenos, hombres malos y hombres que son lo siguiente de malos. ¿Alguien pude dudar de quienes van a ganar?
Los buenos, cuerpo a cuerpo ni hablar. Ellos, además de pocos, son contemporizadores que prefieren conversar, pactar (qué risa).
Los malos son bastantes más, pero fáciles de manejar (para la maldad).
Así que, en principio, ¿qué problema tienen los rematadamente malos, que los hay a mogollón? En principio, el que ellos representan entre sí.
Sin embargo, hay otros factores que pueden incidir en la pelea, incruenta, se entiende, desde luego. Factores decisivos, los derivados, ¡por supuesto!, ¡cómo no!, de esa facultad superior, única del ser humano. Cultura y razonamiento. Véanse los países caribeños y véanse los escandinavos. Digo yo que quedará clara la cuestión.
A España la miro sin querer. Odio sentirme rabioso y dolorido.
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