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Valdediós o la importancia de las pequeñas cosas

9 de Febrero del 2009 - Leopoldo Joaquín González Gutiérrez (Avilés)

Virgilio, el más grande poeta de la antigüedad clásica, nos describe en su obra de las «Geórgicas» la muerte de una abeja.

Sobre su tumba cubierta de tomillo y mejorana llega a colocar este epitafio: «Tantus amor florum et generandi gloria mellis», es decir, más o menos, «tan grande amor de las flores y la gloria de engendrar la miel...».

Hoy, a nadie se nos ocurriría que la muerte de un insecto puede ser motivo de inspiración poética, ya que lo pequeño, lo insignificante a nuestros ojos, carece de valor y es despreciado. Por eso creo que se hizo muy bien en cerrar Valdediós, carece de sentido simplemente.

Un pequeño grupo de gente tozuda que no pretende otra cosa que rezar y trabajar es un anacronismo en un mundo, diócesis incluida, donde lo que se lleva es la fanfarria y los fuegos artificiales, aunque después no quede ni ceniza, pero ¿qué espectáculo?

Se hizo bien en cerrar Valdediós, ya que en una iglesia donde proliferan en exceso los mantos y holapandas no encajan para nada personajes con los hábitos desgastados, ¡por Dios, qué vergüenza!

Se hace bien en cerrar Valdediós, porque en una iglesia donde empiezan a pulular y hasta en ser escuchados todo tipo de videntes, portadores de mensajes apocalípticos procedentes del más allá, e instituciones con síntomas de ir convirtiéndose en sectas, ¿qué pintan unos seres que se empeñan en vivir la pobreza evangélica?

Se hace muy bien en cerrar Valdediós. En una iglesia cada día más cerrada no tienen cabida personas que piensen que todos somos hijos de Dios.

Felicitar pues a los responsables del cierre de Valdediós, ya que en ello se han manifestado coherentes con lo que piensan, aunque ello signifique despreciar las cosas pequeñas.

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