Sado-masoquismo y progreso
-Esto es lo que han traído 40 años de nacional-catolicismo, 40 años de misionero, suspira la ponente en el cursillo de de educación sexual para maestros impartido o patrocinado por CCOO y la LGTBQ. Y ya andan los eternos descontentos incordiando con que si se gasta la pasta en frivolidades como esa en tiempos de crisis como estos. Como si de toda la vida una medida de choque para reactivar la economía doméstica y la nacional y, de paso, la salud sexual y reproductiva, no consistiera en cortar la calefacción y apagar el televisor yéndose cuanto antes a la cama.
La LGTBQ, como todo el mundo sabe, es el acrónimo de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (que, en principio, son los/as que más suerte tienen); resultaría un poco largo tener que escribirlo todo cada vez y para abreviar están las abreviaturas. Pero no nos hagamos trampas: queda lo de la Q sin descifrar. ¿A quién abrevia esa Q? A Qui pro Quo, a Quaestiones de Quolibet, a terra mariQue, a tu QuoQue fili mi? Vete tú a saber. A lo mejor es simplemente la Q de todos los Que Quedan fuera, lo mismo que en el panteón de todos los dioses (discúlpese la redundancia) se añadía un altarcillo para el Dios Desconocido, no fuera que lo hubiera y se fuera a mosquear si lo dejaban sin altar.
Por 40 años de misionero hay que entender, por el contexto, cuarenta años de postura del misionero. Postura que, a su vez, nos remite obviamente a la de S. Francisco Javier con el brazo cansado de bautizar indios en las Indias Orientales (que eran precisamente los auténticos). Y prosigue la ponente cargada de razón: -Espero que si os encontráis una persona que solo quiere practicar sexo en la postura del misionero, paséis de ella. En efecto, copular con una persona que se quedó con el brazo tieso en esa postura, tiene que resultar bastante inconfortable además de aburrido. Se comprende que el auditorio acogiera la invitación con aclamaciones de alivio. 40 años de anquilosis y ni media hora más.
Otra cosa es que la sexóloga, excitada por la euforia colectiva, se acercara un pelín a una reprobable intolerancia cuando arenga al respetable: -Espero que os apartéis de esa gente. ¡A ellos sí que había que meterlos en el armario y ponerlos en un sitio oscuro. Señora, una cosa es copular y otra salir corriendo como de la peste. ¿No habíamos quedado en que cada cual es libre de escoger su aburrimiento, siempre que no interfiera en el jolgorio ajeno? Se podrían contemplar medidas positivas de reinserción, como darles unas sesiones de quinesiterapia o darles un cursillo de dos o tres créditos como el de los maestros. Aunque darles por donde pretenden con tan contrastada pedagogía, es presumible que los del misionero no se iban a dejar. Aunque intervengan voces tan autorizadas como la del Dr. Pichardo, que es uno de los ponentes.
Lo prudente, en cualquier caso, antes de entablar relaciones íntimas, es someter al candidato/a a un prolijo cuestionario de donde resulte muy claro por cuántos aros está dispuesto/a a pasar. Eso es lo que hay; después de 40 años de nacional-catolicismo en la postura del misionero, tocan ahora 35 y los que vengan del progresismo-nacional de pasar por el aro (en ambas direcciones), ya que la relación sado-masoquista es la recomendada para una sexualidad gratificante y no reproductiva. Amén.
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