Por el futuro de Vox, y acabáramos

La historia política reciente viene marcada en España por la tan anunciada ruptura del bipartidismo, me temo que más deseo que realidad. Y no es que por el camino no nos hayan ofrecido otras opciones pero las hemos visto despeñarse una tras otra: UCD; la segunda intentona de Suarez a través del CDS, o UPyD y su “sucesor” Cs… En la izquierda nacen también, cambian de nombre buscando una originalidad incapaz de tapar su decrepitud y se unen cuando suman para sillón. ¿Pero por qué los partidos del centro o la derecha -a excepción del PP- mueren con tanta facilidad en España? ¿Es la derecha española cainita como suele decirse? Cuando uno escucha a Feijóo hablar del “yugo” de Vox, que le presta auxilio en tantas instituciones, resulta obvio, pero no quiero salirme del tema del auge y caída de los partidos, un asunto que obedece más bien a errores propios, la famosa “fontanería”, que a ajenos. Y no me duelen prendas en afirmar que es ahí donde el PSOE nos adelanta, con esa capacidad para dar satisfacción a los suyos, que ya pueden presentarse uno o docena a unas primarias o a lo que sea, que la sangre nunca llegará al río y habrá un lugar para todos, y añado otra virtud, que no suele apartar a los más valiosos. Solo estos mimbres explican que el PSOE sobreviva a Sánchez, una transmutación sin precedentes del PSOE original.

La derecha, por el contrario, parece disfrutar en la vendetta, sus “quítate tú para ponerme yo” son “quítates” en toda regla que parecieran buscar hasta la muerte civil del “compañero”; a la manera salomónica hay quien prefiere al niño partido antes que no apropiárselo para sí o antes que no tutelarlo por entero.

Tras mi anterior artículo en LA NUEVA ESPAÑA, que planteaba mi propia incomprensión ante lo que llevaba meses escuchando en mi querida Asturias, he comprobado con tristeza que los sables acabaron alzándose en mi casa, Vox, el partido imprescindible que, si no cambia su rumbo interno, comprobará que las marcas, como enumeré al principio, duran lo que duran y caen no por mérito ajeno sino por demérito propio; en esta tierra podemos añadir a Foro. Si Vox es el conjunto de principios y valores que nos han contado y hemos asumido con orgullo: esfuerzo; compromiso; posicionamientos políticos de una extraordinaria valentía… ¿en qué punto del delicado hilo que une a representantes y representados se ha roto la coherencia? Ese formidable envoltorio ideológico no sirve de nada si no se corresponde con la realidad práctica, no ya con los grandes discursos: “Hay fuegos en toda España”, escucho aún no repuesto de la detención de la candidata de Parla en una operación contra el tráfico de drogas. ¿Nadie lo vio, nadie sabía nada?

Sí, a mi regreso a Asturias y por más que permanezca atento a ella cada día, me han dicho que efectivamente “Figaredo campó a sus anchas”, hizo y deshizo listas en función de sus filias y fobias, las inundó de Figaredos por línea directa y colateral; en el Occidente, que conozco bien, aparecen candidatos que no son ni del municipio por el que concurren, los famosos “cuneros” de tan corto recorrido; me cuentan que hay padres e hijas; matrimonios; cuñados, y que han desaparecido de las listas coordinadores que trabajaron duramente cuatro largos años. Por desaparecer han desaparecido quienes fueran candidatos en Gijón y en Oviedo, caso este último especialmente extravagante habida cuenta de que la candidata estaba ya confirmada y presentaba sólidas expectativas electorales. Me dicen que “Coto no habla, que dice que todo está bien” y personalmente opino que detrás de esos silencios suele haber una mezcla de amor al partido y dolor propio.

Pero yo, pesado, pregunto: ¿Cesaron a Coto o se plantó ella? ¿Cuáles son las razones para lo primero o qué le pusieron enfrente para que sucediera lo segundo? Unos y otros hablando casi con miedo le reconocen el esfuerzo y el compromiso, pero parece que no era del gusto de, sí, Figaredo. ¿Por eso puso a su prima en el número 2 de la lista al Ayuntamiento de la capital? Acabáramos. Desconozco igualmente las razones del cambio de candidato en Gijón tras haber conseguido De la Concha dos concejales en 2019, igual que en Avilés, donde la candidata sí repite. ¿No tenemos derecho los afiliados que pagamos una cuota a que se nos dé alguna explicación, ¿o tenemos que aceptar a caudillinos, como dicen aquí, venidos arriba porque disponen de “gran predicamento en Madrid”?

No me gustan estas prácticas precisamente porque me gusta Vox, que nació diferente y para serlo, sin chiringuitos familiares manidos. A Unamuno le dolía España y hoy tenemos razones poderosas para que nos duela como nunca, y Vox es el único partido que entiende la dimensión del peligro, amenazada la patria desde fuera por la cándida Europa y su globalismo de izquierdas y desde dentro por un PSOE al albur de comunistas, separatistas, filoetarras y ahora también asesinos. “Cuida lo tuyo” se llama una campaña a la que he asistido en Madrid, pero ¿quién cuida de los nuestros? Tras el caudillismo y la opacidad viene la deslegitimación y la penosa pérdida del caudal de confianza ciudadana que cuesta tanto construir como tan poco perder. Es bueno tenerlo presente.