Soy un romántico de la vida política
Nos toca votar en unos días y no lo tengo nada claro.
No es la primera vez que me ocurre porque llevamos ya varios años de descontento y de desconcierto político, a todos los niveles, aunque nunca antes había tenido la sensación de que mi voto iba a ser “inútil” y que solo iba a servir como un mero número para darle la victoria a uno o a otro partido, pero no para que se le diera una determinada utilidad social, que debería ser el fin último de las elecciones municipales, autonómicas o generales.
Puede que sea solo una percepción mía, pero tengo la sensación de que actualmente hay un desapego social y una apatía generalizada que se puede traducir en unas cifras de absentismo nunca vistas hasta ahora en nuestra historia democrática. Un absentismo que, como síntoma, es preocupante, porque no deja de ser un reflejo del pensamiento de muchos ciudadanos.
Aunque no estoy del todo de acuerdo en la creencia generalizada de que si no votamos estamos favoreciendo al partido con el que estamos menos de acuerdo, me acercaré a depositar mi voto sin mucha convicción. Pero soy un romántico de la vida política y esto sí que no tiene arreglo.
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