Con mi sobrina Amalia
Amalia, mi joven sobrina, está dispuesta a hacerme esta tarde preguntas y más preguntas. Y no me es posible zafarme.
-¿Por qué en las iglesias la gente mayor acude tanto a los santos?
Me temo darle la respuesta que no la oriente o la primera que me viene a la cabeza. Pero algo mucho tengo que aprender de ella. De modo que decido responderle:
-Porque la gente con sus sentimientos de miedo y de culpa necesita una ayuda espiritual. Y ha de buscarla en algún sitio.
-¿Cómo puede ser eso? -me dice irguiendo la cabeza- ¿Por qué no en Dios?
-Les es más difícil. Dios no puede entrar en nuestras cabezas. No lo hemos de confundir con la imagen que nos formamos de él.
-¿Cómo es eso?
-Ante Dios lo mejor es el silencio y la confianza que nos enseñó Jesús. Sin embargo, hemos metido el miedo a la gente con la imagen de un Dios que, por otra parte, mandaría a una gran mayoría al infierno.
-Entonces, ¿se vienen a refugiar?
-Son personas mayores. Y mira, Amalia, el amor y el dolor comparten el último tramo de nuestra vida.
-¿Y qué me quieres decir con eso?
-Que lo que tenía que sentir la gente cuando se acerca a Dios es lo que nos enseñó Jesús. Dios era para Jesús compasión, cariño, ternura. Eso sentía Jesús de Nazaret ante él.
-¿Y cómo es posible eso? ¿Todos tus compañeros lo piensan así?
-Creo que sí. O deberían pensarlo. Pues tenemos un seguro guía: Jesucristo. Lo trató con total confianza. Como al Padre más bueno que se puede imaginar.
-¿Puedo permitirme yo semejante confianza?
-Sin miedo y con confianza, claro. Así deberíamos tratarlo. La religión debía darnos confianza y no aumentar nuestros temores y miedos. Eso Dios no lo quiere. Hay que superar el miedo.
-¿Y el infierno?
-Dicen que allí hay fuego; pero yo creo que el infierno es más bien frío. Allí solo habría los restos calcinados del desamor.
-¿No te reñirán por decirme esto?
-Dios, no. ¿Otros? ¿A quién le interesa lo que diga yo hoy?
-¿Por qué no? Tienes alma de peregrino.
-Gracias. Pero cuando uno se ha encontrado a sí mismo, pierde el miedo.
-¿Con la confianza?
-Veo que me has entendido. Te hablaba antes de Jesús. Nos trató de la forma más humana y nos enseñó el trato más humano a llevar entre el hombre y la mujer. ¿No te parece maravilloso?
-¡Qué difícil me lo pones, tío! Pero escuchándote sé de lo que hablas. Es posible que necesite mucho tiempo para entenderlo. ¿Qué hacer?
-Efectivamente, también yo. Todos necesitamos ese interlocutor divino para encontrarnos a nosotros mismos. De él podemos aprender a llevar una vida humana frente a todo tipo de miedo.
-Son muchas las ideas que ahora bullen en mi cabeza.
-Pero no vayas contra tus sentimientos. Piensa que las historias terminan siempre inacabadas.
-Es que esto me parece todo un sueño -me dice inclinando la cabeza.
-Y bueno es que sigas soñando, querida Amalia.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

