El curso de la vida
En el tránsito de la vida, en la que apenas somos más que un mundo habitado de personas, que desconocen la existencia del ser de las cosas, y cansados por otro lado, hasta la saciedad, de su propio existir, vaciados por el desengaño de tanta apariencia y tan poco ser de las mismas cosas.
Que en los primeros años todo suele resultar idealizado y lleno de ternura y los sueños parecen, tal vez, reales, y en la medida en la que avanzas la inocencia parece menos inocencia y los sueños menos sueños.
Por otro lado la vida está llena de contradicciones, de niños que quieren ser mayores y mayores que no dejan de ser niños.
Es la vida dificultosa para el que crece, y más dramática, aún, para quien es incapaz de sentirse crecer. Pues hay edades para todo, del niño y del adulto que deben corresponder con la realidad de uno y sus posibilidades de ser. Que deben responder a las circunstancias de un ser y de su tiempo. De otra manera resultaría innecesario en su tiempo el crecer y sentirse adulto o el no haber sentido el paso, mismo, de los días. A veces, posiblemente, no presentido en lo que consiste una vida primera o posterior.
Que los sueños sin ser del todo sueños, pueden resultar camino, y una vez confirmados pueden transmitimos su parte de magia y de realidad, a modo de gotas de lluvia liberadas, sobre el sol de los posibles sueños. Tal vez, se podría hablar, de la vida con la muerte y de las sombrías vidas, de una realidad, en el curso de la misma vida.
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