¡Algo se muere en el alma cuando un amigo se va!
Hoy despedimos a una grandísima persona. Paco el de Valiente, Paco Gasolinera, Paco el de Flórez Cosmen, Paco el del Merce… Sencillamente, como es él, Paco.
Un compositor español del romanticismo dejó para la posteridad unos versos que dicen así: Cuando a mi llegue / la hora suprema, / Madre sin mancha / del Redentor, / haced que entonces, / Santa Madona, / antes que cierre / mis ojos Dios. / Haced que vea, / de Luz rodeados, / y entre los tules / del arrebol / los tres divinos / fieles amigos, / los tres amores / que ángeles son. / Los tres amores / que Dios me dio: / Amor al hombre, / Amor de patria, / Amor de patria / y Amor de Dios, / y Amor de Dios.
Estos versos, bajo mi parecer, describen perfectamente el latir del corazón de Paco: amor de hombre, amor de patria, amor de Dios.
Amor de hombre que, en primerísimo lugar, dedicó a su familia: auténtico motor de su vida. Cristiana devoción profesaba por sus padres: Adela (a quien perdió siendo joven, dejándole una imborrable huella en el corazón) y José (a quien admiraba en todas sus facetas). Amor incondicional por todos los hermanos (también primos) que vio partir delante de él. Amor por la mujer con la que, hace casi 52 años, contrajo matrimonio: Mercedes. Junto a ella sacó adelante a sus tres hijos: Carmen, Pepe y Borja. Sus cónyuges, sus nietos… Por ellos fueron los esfuerzos. Ellos fueron su mayor orgullo.
Un amor de hombre que se extiende a sus amigos. Paco cultivó y cuidó la amistad como quien sabe que cuida de un auténtico tesoro.
Amor de patria. Una patria que para el comenzaba en su solar natal: Cangas del Narcea. La llevaba en el corazón y, siempre que pudo, trabajó para su prosperidad. Consciente del bien moral que supone la Patria, amó España como una causa y un medio de bienes mayores: historia, raíces, fe, identidad, solidaridad, futuro…
Y amor de Dios. En esta basílica parroquial de Cangas del Narcea recibió el 19 de noviembre de 1935, por manos de don Ernesto, el sacramento del bautismo: ¡hijo de Dios! Hombre de fe que celebró en el templo y que vivió en los distintos ámbitos donde desarrolló su vida: la familia, el trabajo, los amigos, la calle… Cristiano de palabra, de obra y de omisión.
En definitiva. Un hombre que cultivó en su propia historia personal las virtudes humanas y espirituales. Un hombre de familia. Amigo de los amigos, de edificante conversación y afable con todos. Amante del trabajo, austero, discreto, sencillo, justo, generoso… Y un buen cristiano, un hombre de Dios.
Como todos los hijos de Adán y Eva, Paco necesitará de la misericordia divina. Pero, sin margen de duda, constituye un ejemplo y, por ende, una referencia.
Queridísima familia, Dios os ha regalado a una persona como Paco. ¡Qué agradecidos tenéis que estar! En vuestro horizonte existencial siempre habrá una referencia clara, nítida. Siempre habrá una meta: hacer que Paco se sienta orgulloso de vosotros.
Querido Paco, querido amigo: ¡te echaremos muchísimo de menos! Te ponemos, y te pondremos siempre, bajo el amparo maternal de Santa María, la Virgen. Rezamos y rezaremos por ti a Dios.
Te pedimos que reces, ahora más cerca de Dios, por esos tres amores que Él te dio. Que reces por nosotros. Estoy convencido que para ti ya vuelve a reír la primavera, junto a los tuyos, en el Reino eterno de Dios.
Eres amante de la poesía. Por eso me atrevo a terminar dedicándote, y poniendo en tus labios, unos versos de Bécquer.
“Volverán del amor en tus oídos / las palabras ardientes a sonar; / tu corazón de su profundo sueño / tal vez despertará. // Pero mudo y absorto y de rodillas / como se adora a Dios ante su altar, / como yo te he querido…; desengáñate, / ¡así… no te querrán!
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