En defensa de Gaspar Llamazares
El que estas líneas escribe fue (en pasado) militante de IU. Concretamente, formé parte del sector socialista de la coalición, antes de abandonarla. Durante ese tiempo confronté en varias ocasiones con Gaspar Llamazares y las posturas políticas que defendía. Muchas veces critiqué sus posicionamientos tanto en los órganos de dirección como en los medios de comunicación. Precisamente desde esas coordenadas puedo decir que es perfectamente lícito discrepar con Gaspar, pero hay que reconocerle que siempre ha sido coherente, algo que no abunda en la política, tampoco en el lado izquierdo de la misma.
Estos días he visto a personalidades de la izquierda atacar a Gaspar. Lo considero un error. Creo que la elección de Llamazares como candidato a la Alcaldía es un acierto por parte de Convocatoria por Uviéu. Hablamos de un candidato capaz de atraer al electorado socialista, en un momento en el que la AMSO ha cometido el error de elegir al candidato equivocado (un candidato que supone un giro a la derecha que le impide cautivar al electorado de izquierdas, pero tampoco tiene posibilidades de disputar el voto conservador en una ciudad en la que la derecha ya tiene a su alcalde). Gaspar no engaña, ni juega a la revolución para luego ofrecerse como comparsa del sistema. Siempre ha ejercido una política basada en el temple y una idea de reformismo centrada en el dato concreto, que le permite pivotar entre la (dura) dialéctica parlamentaria de lucha y el pacto sobre medidas concretas que mejoren la calidad de la vida de la ciudadanía.
Llamazares fue capaz de ofrecer resistencia numantina (y ganar batallas, aunque no la guerra) ante una reforma constitucional pactada por el bipartito con el corrupto pujolismo, a la vez que pactaba con el PSOE medidas para atenuar los efectos de la crisis en la clase trabajadora y los sectores sociales más desfavorecidos. No necesito haber estado siempre de acuerdo con él para reconocerle estos méritos. Creo que sería políticamente muy sano que fuésemos capaces de reconocer los logros de un político, aunque no siempre coincidamos con él.
Los hombres y mujeres que vivimos en la ciudad de Oviedo seríamos afortunados si tuviéramos por alcalde a un hombre coherente, culto, educado, enormemente preparado y con una idea de defensa de la polis sobre la que descansa su acción política. Desde luego, siempre será eso mejor que tener a un garrulo al frente del Consistorio de la capital de todos los asturianos.
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