Racismo teledirigido
Sr. Director:
Sabiendo que el PSOE es tramposo y astuto, que tiene todas las televisiones para manejar la opinión pública; no es extraño que, en plena campaña electoral, use su letal agitprop, máxime después de que los socios bilduetarras de Sánchez presentaran la ignominiosa lista con 44 etarras. Eso hizo que en la primera semana de campaña no se hablara de otra cosa; así que tuvieron que recurrir a algo que distrajera favorablemente en la segunda semana. ¿Y qué había por ahí calentando en la banda? Pues, un tal Vinícius, el jugador brasileño del Real Madrid, tan brillante como incitador y, además, negro. Solo había que provocarlo desde la grada; la jugada del insulto funcionó y la bola creció: ahora somos el país más racista del mundo. Brasil apagó las luces de su famoso Cristo, en la ONU nos tiraron de las orejas, la prensa mundial escandalizada...
Poco sabe la humanidad si ve a España racista, cuando es la única potencia colonizadora que se mezcló con los indígenas en matrimonio. Y qué racismo puede haber hoy si, desde que G. Soros se reunió (en secreto) con Sánchez al llegar al poder, la soberanía nacional quedó en manos de la tiranía globalista y, ahora, es una gran ONG de los amos del mundo con un Gobierno títere que, entre otras ruinas, fomenta la invasión africana para borrar la esencia europea.
Pero, la verdad sea dicha, el racismo que se da en España es único y cruel: es el ejercido entre los mismos españoles. En muchos lugares no se puede llevar la bandera española ni estudiar en español. Mientras solucionamos la vida de los que vienen, ilegalmente, pegando a la policía, nos negamos el agua, incluso, destruimos embalses. Llegamos a tal infamia que cuando llegaron a la política los comunistas de Podemos, para las televisiones, eran jóvenes muy preparados que traían aire fresco a la política. Cuando surgió Vox, víctimas de ETA y desencantados del seguidismo progre del PP, para las mismas televisiones era la ultraderecha. O sea, no ven la ruina que nos causa el Gobierno de ultraizquierda, pero les aterra que se defienda nuestra soberanía. Todo porque son los únicos que no llevan la masónica Agenda 2030. Y, encima, los agreden por la calle. ¡Y les llaman racistas!
De seguir así, todos seremos racistas; no por naturaleza, sino porque tanta tontería progre nos fuerza a ello.
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