Galletas
Ya nos extrañaba llevar tanto tiempo sin tener nuevas noticias del caso de ese profesor de francés sancionado por poner muchos dieces a su alumnado. Sí sabíamos que su recurso está a la espera de lo que la justicia dictamine al efecto (frente a tal delito descomunal y flagrante), que, de entrada, determinó la suspensión cautelar de la sanción impuesta, por cierto. El juicio debió haberse celebrado el 1 de diciembre de 2022, pero tuvo que suspenderse por incomparecencia de la Consejería de Educación y de ¡los propios testigos que ella proponía! Y eso que la citación judicial se había realizado diez meses antes, en marzo... Encomiable eficacia. La cita fue pospuesta entonces al 23 de febrero de este año, pero tuvo que ser aplazada de nuevo debido a la huelga de secretarios judiciales. Podrá ser entonces en noviembre. Habrán pasado cuatro años (casi 1.500 días) desde el inicio de todo el proceso. Veremos.
Pero en estos dos años transcurridos desde que fuera sancionado, hemos tenido algunos indicios, que en su momento ya comentamos aquí, de la obsesión enfermiza de la Consejería hacia nuestro docente. Que parece no cesar. Y aquí procede la nueva noticia, esta vez desde la Escuela de Hostelería de Gijón, donde actualmente él presta sus servicios.
Los comisarios políticos de la Consejería han alertado de ciertas galletas que allí se han elaborado por haber sido decoradas al horno con algún tipo de referencia a los dieces como calificaciones, a cierta solidaridad amable con nuestro protagonista, etcétera. Sí, galletas. Tal cual. Muy sospechosas galletas. Y, por tanto, desde allí parecen haber cursado las correspondientes sutiles advertencias a los responsables de tales infracciones culinarias, de tales supuestos apólogos del 10.
La misma Consejería que se olvida de avisar a sus propios testigos requeridos judicialmente escudriña la elaboración gastronómica de la Escuela de Hostelería en busca de nuevos indicios, de nuevas pruebas que justifiquen la necesidad de vigilancia permanente alrededor de la existencia misma del docente (profesor de francés, recordemos, no de repostería) y de sus muy peligrosos actuares.
Que nadie se acerque, pues, a esa Escuela de Hostelería. El riesgo de intoxicación pedagógica alimentaria por ingestión de galletas podría resultar excesivamente elevado, o, peor todavía, de contaminación e infección derivadas hacia los docentes verdaderamente preocupados por el éxito de su alumnado. Además, que nadie tampoco ose acercarse al reo, por el enorme peligro de poder caer entonces en el punto de mira del Servicio de Inspección Educativa, ávido de aperturas de expedientes disciplinarios colaterales al caso.
Desde aquí queremos felicitar de nuevo a nuestra querida Consejería de Educación por su escrupulosa atención en sus competencias de supervisión atenta y extrema hacia todo lo que realmente es trascendente en la educación de los futuros ciudadanos y ciudadanas: algunas galletas.
Finalmente nos preguntamos: estos funcionarios salvadores de la patria, estos torquemadas impenitentes que velan por la pureza de no se sabe cuál pedagogía (y de la repostería formativa), ¿a qué van a poder dedicarse cuando se jubile nuestro profesor?
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

