Gracias, asesinos
Por vuestra aportación al enriquecimiento del idioma español.
Desde el punto de vista académico, el término «psoeta» vendría a significar «persona metida en política que se asocia con antiguos revolucionarios para aspirar al poder y mantenerse en él». Y debería incluirse dicho vocablo en nuestro Diccionario de la Lengua Española.
Quien lea estas líneas comprenderá enseguida a qué individuo aludo de pasada, y que es el actual secretario general de cierto partido que se está diluyendo con la ayuda de las siglas de la ETA, esa banda de matones que nos hizo la vida imposible no hace tanto tiempo en la historia reciente de España.
Pues eso. Mi voto del pasado domingo, día 28 de mayo, no fue para esa formación que lidera un tipo que es mentiroso compulsivo, y demando desde estas humildes líneas que el tal líder llegue a estar, más pronto que tarde, ante un tribunal y que responda por delitos como la traición y el desprecio a España.
Silbar nuestro himno nacional, quemar la bandera constitucional, incendiar imágenes de Su Majestad don Felipe VI son actos que no debieran estar amparados por la «libertad de expresión». Son hechos muy graves que toleran ciertas autoridades, como el tal secretario general aludido, en estos días de confusión, sinvergüencería y mediocridad. Y el colmo del desprecio a todos y cada uno de nosotros, la gente de a pie que tiene que buscarse un trabajo para ganarse la vida, es ver que ciertas formaciones políticas, como la del aludido secretario general, pactan con otras que hasta son capaces de llevar en sus listas a matones con delitos de sangre que, una vez cumplidas sus condenas de cárcel, aparecen ahora ante la opinión pública como «defensores» de la democracia. De «la democracia» que implantaron ellos con la bomba-lapa, el secuestro y el tiro limpio en la nuca, como el que le dieron en su día Valentín Lasarte, Francisco Javier «Txapote» García Gaztelu y Juan Ramón «Zapata» Carazatorre, a Gregorio Ordóñez, que, recordarán, iba para alcalde.
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