Joaquín, el reencuentro
Un lunes de este mes de mayo, lo que para muchos es la jornada más cuesta arriba de la semana, se convirtió en una jornada muy especial.
Caminando, buscando una dirección por una avenida de Lugones, escuché una voz que me llamaba. Giré mi cabeza y tras un vehículo que tapaba la entrada a un portal descubrí dos personas, padre e hijo, reconocidas por mí.
Una sorpresa mayúscula pues al padre hacía casi tres décadas que no lo había vuelto a ver. Sabía de su devenir por familiares cercanos, pero el contacto físico se había interrumpido.
Ante mí un rostro reconocible en facciones, gestos y físico, con el siempre paso del tiempo marcando sus pautas, pero para nada desconocido. Un primer contacto que resolvió en segundos una amistad que, pese al distanciamiento, no se ha diluido en la historia.
Animados por su hijo fuimos desgranando aspectos de una vida laboral en la que nos tocaron mil y una venturas y anécdotas siempre con aquellas rutas de reparto de fruta como principal protagonista.
Aunque fuera breve el momento nos acordamos de muchas cosas que ahora, a tiempo pasado, se narran con la sonrisa latente de unos años plenos de actividad.
Las rutas de reparto de Trubia y Grado; Cangas del Narcea y Tineo; y la que acontecía por Oviedo con tres inolvidables camiones: El Avia 3500 O-5237-N, y los Ebro E-60 O-0434-O y el E-35 O-2767-L, y un gran compañero de fatigas. Su nombre: Joaquín Peláez González.
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