Pensamientos en un mundo paralelo (parte l)
Érase una vez un reino paralelo, lleno de utopías, misterio y pavor a morir en cualquier momento. Tras una “gran” enfermedad planetaria, los seres humanos, desechos de lo que fueron en un día no muy lejano, perdieron todo interés por vivir como tales, se refugiaron de todo lo nocivo y tomaron partido por vivir como ermitaños, solos, sin familia, sin amigos y sin la dignidad de luchar por lo que es suyo.
Como resultado de todo lo descrito en el párrafo anterior, se alejaron de la vida, perdieron su dignidad humana, y la dejaron en manos de una “res pública”, para los ingleses “commonwealth”, capitaneada por unos dirigentes que parecían alimentarse de las almas solitarias y eternas de sus súbditos, a través del sufrimiento inducido. Esas almas fueron fagocitadas por unos dirigentes descarnados, sin nada que tenga valor en sus corazones, con un amor forzado y un discurso fácil y repetitivo.
Se fueron instalando ideas, formas de pensamiento y de llevar una existencia indigna, rebajando el nivel de una vida humana al último lugar, por detrás de animales e insectos, como quien añade una aplicación informática en un dispositivo móvil o en un ordenador, en esos cerebros vulnerables por el sufrimiento acontecido en el orbe no hacía mucho tiempo. Todas las leyes más injustas, anodinas y sin sentido que uno pueda fantasear, se alojaron en esos cerebros de “queso gruyere”, llenos de lagunas insondables y vacías de recuerdos, memorias familiares e imaginación desbordante.
Las realidades humanas se tornaron en “irrealidades inhumanas”. Se perdió la memoria histórica de nuestros antepasados, de conjunto global, pues todos se convirtieron en humanos repetidos; uno tras otro, eran una fiel reproducción de lo esperado por los poderosos del universo. Eras expulsado de páginas web en las que antes eras acogido y respetado por tus aportaciones, cavilaciones basadas en hechos probados y por tu entendimiento de la libertad terrenal.
En el mundo anterior se respetaba a las personas por su lealtad, su trabajo, su respeto, su vida y su objetividad, pero eso se cambió por la notoriedad, el vivir desnortado, el ridículo, la ilicitud, la falta de libertad a cambio de protección. Malo es que te quiten tu libertad, pero peor es que a cambio te den una seguridad controlada y sin fin. Uno nunca podrá ser totalmente libre ni feliz si cede a un chantaje como este. Los seres humanos nacen libres y mueren libres siempre.
Se me olvida lo más importante, ¿quién querría tener una vida reflejada en un dispositivo móvil, o compartir sus pensamientos en una red social a la que todos puedan acceder sin tú saberlo? ¿Esta es la clase de notoriedad que queremos las personas libres? Pensemos y decidamos qué queremos ser y conseguir en nuestras vidas reales, objetivas y plenas de emociones y deseos interiores de mejora, paz y de alegría.
Si aún siguen aquí y han sobrevivido a este devenir de ideas, pensamientos y elucubraciones, entonces significa que algo les ha interesado este escrito. Hoy me despido como hago cada vez que me dirijo a ustedes, deseándoles de corazón mucha paz y mucho bien, que se porten bien y que lo pasen lo mejor que puedan, pues la vida tiene una duración no demasiado larga y las pilas se descargan con demasiada celeridad. Les dejo como canción de cabecera esta semana, una que me gusta muchísimo, tomada de “Las 10 canciones más alegres según la neurociencia”, de Aquae Foundation, “Dentro del campo de estudio de la neurociencia, la música podría darnos claves sobre el comportamiento del cerebro humano. Así, el doctor Jacob Jolif decidió indagar sobre el efecto de las canciones en la actividad cerebral. El objetivo era entender el efecto de la música en los estados anímicos de los individuos. Para llevar a cabo su investigación, Jolif realizó una amplia encuesta en Reino Unido...” La de esta carta es del grupo “The Monkees”, “I’m a believer”.
Ahora toca cerrar los ojos y tan solo disfrutar. “Hala, con Dios”.
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