Excavación en las ruinas
Bajando por la avenida Manuel Llaneza, se me va acumulando un amargo regustillo al mirar cómo está sembrada de esqueletos huecos, aunque más bien son cadáveres de lo que hasta hace poco fueron comercios que daban vidilla a la ciudad, y me escarabajea la mente al comprobar que algo está pasando con aquellas personas que por su cuenta, día a día, se tienen que buscar el sustento; me parece que han sido o están siendo víctimas colaterales de las situaciones creadas por "el Este", este virus, este nostálgico zarévich, este que nos manda... Sigo mi ruta y entronco con la avenida Pablo Iglesias e ídem del lienzo, se acumulan los cierres de las persianas, me siento en una especie de Numancia comercial, e incluso puedo ver las excavaciones veraniegas que al lado, entre otros, de mesones y tabernas les anuncian un patético estío de terrazas ausentes y de clientes que se fugan buscando la tranquilidad y la sombra de árboles no talados. Les han robado el verano, que es la época en la que cargaban pilas; de hecho, ya se pueden ver algunos huecos de tabernas esfumadas. Entonces se me hace obvio lo que ya sabía: hay una gran diferencia social entre aquellos que se ganan la vida día a día con su esfuerzo y trabajo y aquellos que la tienen garantizada hagan lo que hagan o no lo hagan en su silla poltrona, garantizada por los primeros que cuando se tienen que marchar, se marchan llenos de deudas, en tanto que los segundos se llevan las bolsas llenas y el pecho lleno de medallas de oropel.
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