Realidad y deseo
A mi parecer, las ideologías hoy son casi neta emocionalidad publicitaria. Es verdad que detrás de términos como “derecha” e “izquierda” hay una grave historia y unas trayectorias, unos derroteros y sensibilidades que se han manifestado a lo largo de los tiempos contemporáneos, pero la gente lo que vota es, básicamente, tres o cuatro puntos esenciales y cruciales: cómo afectan las políticas de las distintas formaciones a su bolsillo y patrimonio, fiscalidad, sanidad pública de calidad, humanizada y resolutiva, nivel de protección y atención al grupo social de que se afirma formar parte (muchas veces de modo incongruentemente subjetivo) y cuestiones más secundarias como la defensa de una gran “Marca España” prestigiosa y solvente en el mundo, defensa de un nacionalismo territorial implantado y anticentralista, libertades de autoexpresión, derechos sociales y de género, promoción de minorías y de la “igualdad” (ideal eufónico, pero de pensamiento puramente desiderativo, de socialdemocracia y meritoria “igualdad real de oportunidades” en el total acceso a lo público, al trato no discriminatorio o a la lucha contra “heteropatriarcados machistas y opresores dominantes”). “Los publicistas mandan, la cultura de la comunicación audiovisual y la televisión como fábrica de iconos, campañas y seguimiento de los avatares del politiqueo se imponen”. Se dice que “se puede vender un candidato del mismo modo que un refresco de moda”. La democracia siempre es un ideal, pero está claro que en esta parte del mundo hay un esmerado afán por velar por los derechos humanos y fundamentales constitucionales, por que nadie o casi nadie se sienta excluido o padezca arraigada, incluso institucionalizada, discriminación. La democracia de calidad no puede existir, por otra parte, sin unas holgadas y muy mayoritarias clases medias o trabajadoras, bien ancladas en el sistema; sin una cultura de la confianza y la buena voluntad cooperativa y cívica. Los mayores enemigos de la democracia son el pasotismo insolidario, aislacionista, de rechazo a todo asunto público por comprometer el narcisismo y quemazón de la persona de vuelta de todo (la cínica desafección), la corrupción de cargos electos y de conexiones negociales entre lo público y lo privado, por encima de toda regulación o ética; los extremismos milagreros y vociferantes, la falta total de ideas y propuestas en aras de prácticas de una pura industria política de empleomanía y cargos.
La democracia es realmente sentir la Constitución española y el marco europeo como vinculantes, intentar aplicar saberes, medios, talentos y estudios al servicio de equilibrios sociales y equidad, promover lo ejemplar emulable (aunque sea a través de una sencilla voz, arte u oficio); el sano plebiscito cotidiano de la convivencia, el respeto, el espíritu de servicio y la cordialidad gratísima, exitosamente contraria al revanchismo ciego, a toda destrucción de lo bien hecho por el adversario. Verdaderos ideales de igualdad ante la ley de oportunidades, libertades individuales exentas y paz.
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