Cuna de la nación
Sería Alfonso III el Magno el que visigotizó el ideario y la política de los ástur-romanos dando un marchamo ya imperial al Reino de Asturias, haciendo desaparecer tribalismos en aras de algo superior. Emulando el ceremonial toledano y dando fe de la misión hispánica universal de lo ástur y asturiano. Los visigodos eran germanos que había recalado en la Dacia y posteriormente en zona gálica sureña, en Tolosa y Narbona. Es apasionante y esclarecedor, desde el punto de vista investigador, la obra del catedrático Besga Marroquín, que se explaya profusamente en el desarrollo señalado del Reino de Asturias y sus orígenes hispano-godos inequívocos. Los ástures, una intitulación convencional, para designar a veintidós pueblos celtizados del noroeste y la zona cantábrica, eran ástures transmontanos y ástures cismontanos, en sus agrupaciones confederadas. Luggones y pésicos eran ástures, la gente de Campa de Torres y de los castros de una muy amplia zona central del actual Principado. Es denunciable que se tache al Covadonguismo de cuento viejuno nacionalista español trasnochado, cuando, en realidad, toda la Península era ya magrebí, rehén de manos islámicas y se había convertido en sumisa vasalla o tributaria del poder fiscal mahometano. Recordemos que el historiador Claudio Sánchez Albornoz, en “El Reino de Asturias, orígenes de la Nación española”, afirma que, sin Asturias, iniciadora de la recuperación cristiana en la Península, el turbante y el alfanje imperarían. Covadonga es nuestra Poitiers. Lo que es indubitado es que el Reino de Asturias, localizable e inserto en el territorio de la antigua gran Gallaecia céltica, romana y de parroquial suevo, supo aglutinar a galaicos, ástures claves, cántabros y vascones en la defensa de una cristiandad incipiente, que fue ganando poderío y peso para sentar las bases de la universal Hispanidad, concepto no necesariamente integrista ni excluyente de nada o nadie (el mismo Sánchez Albornoz, estudioso de las instituciones y del pasado neovisigótico de los Reinos de Asturias, León y Castilla, era un destacado ministro republicano, católico y exiliado). Viene al caso leer al catedrático de árabe Emilio González Ferrín, que niega la mayor, la misma existencia de una megainvasión árabe de Hispania o Spania visigoda. Es de recibo conocer que la cultura andalusí que, bajo poder islámico, ciertamente alcanzó cumbres brillantes en lo cultural, estaba muy influida por todas las corrientes mediterráneas clásicas, judías y de Oriente Medio, con antecedentes en lo griego, babilónico y sasánida. Siendo el dominio militar, cosa de aceifas de los bereberes, con algunos centenares de adalides de origen sirio-árabe e incluso algún yemení. Los españoles, la verdad, somos totalmente románicos, tan iberos, celtas, francos, vascones, suevos y visigodos e indoeuropeos como de conexión mediterránea profunda e iberoamericana. Árabes son palabras corno aceite, almohada o alcachofa. Guadiana. La existencia de una población conversa muladí, mudéjares y mozárabes, marcó un esplendor. En Asturias nació una España, heredera de lo celtorromano-visigodo y unión de los pueblos cantábricos. España es plural tierra europea, crisol de gentes. España fue “Las Españas” siempre, hasta el electo rey Amadeo de Saboya.
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