Con su muerte me enseñó a vivir
Es la magia de la vida: cómo alguien en su partir puede sembrar el sentido de la vida. Cuánto podemos aprender de aquel que continúa su camino más allá de la vida terrenal y habita en aquellos que aún tenemos la suerte de continuar aquí. Mi padre, con su muerte, me enseñó la lección más valiosa: “La vida merece ser disfrutada con una sonrisa, incluso, en los peores momentos”, quizás mi visión de todo aquello era muy diferente, pero durante ese tiempo pude contemplar a través de sus ojos la maravilla y el regalo que es estar vivo, y la existencia de seres de luz que, a pesar de su mala suerte en el azar, consiguen ser felices con las cartas que se detienen sobre la mesa. Él sonrió hasta su último suspiro, regalándonos su pasión por vivir, incluso en la muerte, y aceptándola como una parte más de nuestro viaje. Mi agradecimiento será eterno, como su memoria, e invito a todo aquel que quiera a ver el mundo a través de sus ojos, donde cada pequeña cosa es una bendición, incluso la luz que entra por la ventana del hospital.
Gracias por regalarme tanto, nunca olvidaré tu forma de sonreírle a la vida y a la muerte.
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