Ego silencioso
El ego en valores normales evita que las calificaciones negativas nos hagan daño pero también que las positivas nos hagan estúpidos. Su descontrol incapacita para administrar con fluidez los halagos y logros alcanzados convirtiéndonos en molestos gallitos altaneros, y aunque existe tratamiento que detiene su avance y evita su cronificación en inaguantables, es imposible mientras no se reconozca el problema, que afecta tanto al gallito o gallina como al corral que, aunque los rodean por amistad, pueden dejar de hacerlo por cansancio. El primer paso pues es la aceptación del problema, lo siguiente, fuerza de voluntad para renunciar a ideas fantásticas hasta conseguir regresar a la realidad mediante duras sesiones de humildad que, poco a poco, conseguirán que pasemos de ser dueños de nuestra estupidez a dueños de nuestra existencia.
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