¿Qué somos sin arrepentimiento?
Creo que se confunde pagar la pena con arrepentimiento. Si no hay arrepentimiento seguiremos a merced del abuso, el crimen, y la violencia. Seguramente, a algunos de los que salen de la cárcel les remuerde la conciencia por el daño hecho y a otros no. Quizá sea la provocación de quienes están haciendo lo mismo pero siguen libres, lo que les hace sentir una esperanza sobre el triunfo del desafuero ante la intimidada justicia. Algunos hasta aspiran a representarnos.
Repasando información para un ensayo sobre el tema, me encuentro con el obituario de Walter Jones, en un recorte de periódico (2/19). Se presenta como alguien que se arrepintió de haber aprobado la guerra de Irak. Como todos sabemos la guerra de Irak -en realidad, una invasión sin ninguna posibilidad para el invadido- tenía como motivo el control del petróleo, no las inexistentes armas de destrucción masiva. El país ha retrocedido varias generaciones en su desarrollo, volviendo a un sistema mucho más represivo que aquel que sirvió de excusa a la invasión.
En la medida en la que seamos capaces de arrepentirnos -especialmente en público-, de nuestros fallos, errores, o pecados, conseguimos abrir en una medida el paso hacia los demás. Es posible que nuestro arrepentimiento ya no pueda devolver la vida robada, pero... comienza a cerrar la puerta del resentimiento y abre poco a poco la puerta de la misericordia, y quizá la del perdón. ¿No necesitamos todos que se nos perdone algo? Seguramente no hemos asesinado a nadie físicamente, pero hemos podido asesinar su buen nombre, su libertad, su bienestar, o su felicidad. Pedir perdón requiere un mínimo de grandeza de espíritu. Hagámoslo, sobre todo si esperamos un futuro donde la justicia habrá de morar, "Pero hay unos nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en ellos reinará la justicia" (2 Pedro 3:13). Ese es un proyecto que el Dueño del universo prepara para los arrepentidos.
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