Las mentiras pueden tener las patas muy largas
Muy pero que muy largas, tan largas como la propia vida de las personas que no son capaces de decir ni una sola verdad a lo largo de una existencia que suele estar instalada en la falsedad más absoluta.
Sinceramente creo que todos, en mayor o menor medida, y en función de las circunstancias, podemos llegar a mentir o a disfrazar verdades, pero para hacer de la mentira una forma de vida hay que ser un auténtico comediante, porque engañar a todo el mundo todo el tiempo tiene un mérito extraordinario, una facultad para la que se requieren unas capacidades muy específicas y un elevado nivel de cara dura.
La longitud de las patas de las mentiras es directamente proporcional al tiempo que se tarda en descubrirlas, que en el caso de los mentirosos compulsivos puede prolongarse hasta que se les pilla en algún renuncio, lo que a veces sucede demasiado tarde para desgracia de quienes tienen que soportarlas.
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