Me muero por trabajar
Una frase, esta, "me muero por trabajar", puede tener doble sentido, según cómo se mire. No es lo mismo "morirse por trabajar" por el deseo mismo de comenzar un empleo tras mucho tiempo en paro y con el que no se logra avanzar, que el hecho de morirse, literalmente, por y en el trabajo.
Esto último es lo que le ha pasado a una mujer, en un call-center de una empresa de energía en España este mismo mes, que, entre llamada y llamada, le dio un infarto y ahí se quedó en la silla, con el pinganillo puesto y echada hacia delante, inerte, mientras sus compañeros, algunos más catatónicos que ella por la situación acontecida, continuaban en sus puestos de trabajo atendiendo llamadas. La persona que debía de estar atendiendo creería que estaba con un chatbot o algo por el estilo.
A algunos les entró la náusea, con eso de tener el cuerpo inerte de una compañera y se levantaron, con la consiguiente reprimenda de su jefe. ¡No pasa nada, se tapa con una manta el cuerpo hasta que llegue el juez para certificar el fallecimiento y santas pascuas, que por tres horitas que esté un cadáver a tu lado mientras trabajas, no es para tanto! Habrá que tomar la surrealista situación por el lado positivo, habrán pensado los jefes de la empresa; si tenías tus diferencias con esa persona, por lo menos, ¡no te molesta!
Así está la sociedad, el trabajo, todo, hoy en día. Completamente deshumanizada, y en la que la realidad supera cualquier relato kafkiano.
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