Me quedé con la curiosidad
Las virtudes son cualidades positivas y deseables que hacen a las personas aceptables.
La mentira, deshonestidad, orgullo son vicios que las hacen indeseables. Sin embargo, cuando, en la persona, estos vicios alcanzan cierto grado, su personalidad puede llegar a despertar curiosidad. Esto ocurre si te encuentras con un bicho humano que te hace exclamar, ¡pero cómo se puede ser tan sumamente...! Eso.
El que este diario no dé cancha a una de mis cartas me quita las ganas de probar suerte con otra, de ahí que, estos días me haya tomado un periodo de reflexión para ver, de mis ganas, la orientación. Lo que me llevó a intentar una consulta con los archivos akáshicos. Algo por demás interesante.
Como sabrán y, por si no lo saben, para que se hagan una idea, estos son lo que, en cierta forma, podríamos llamar archivos del alma. De todas las almas. Ahí está todo lo acontecido y por acontecer, lo pensado y lo por pensar... En fin, no quiero enrollarme demasiado con lo que no es el quid de la cuestión.
No resulta nada fácil. Ni mucho menos. Hasta ahí no llega Internet. La única forma de acceder, en vida, que yo sepa, es con nuestro cuerpo astral. Este cuerpo, el astral, como el alma misma, tienen la misma residencia, el cuerpo físico. Una residencia que, para ellos, no es ni más ni menos que un establecimiento carcelario, y ¿cómo escapar de una cárcel? Agüevonando a los carceleros. Carcelero, en este caso, que es cárcel a un tiempo, el cuerpo físico, como he dicho.
De manera que ahí estuve yo, prolongado los estados de profunda relajación hasta lograr la cuestión. Una vez en trance, no fui directo a mi objetivo. Comencé, a modo de aperitivo, con ciertas personalidades, (almas) no deseables, de algunas políticos/as, féminas feministas... Bueno, sobre esto, no daré dato alguno, para que el presente escrito tenga más posibilidades de ser publicado. Únicamente apuntaré que nada reseñable encontré. Personalidades simplistas con paridas a su altura.
La cosa se me puso difícil cuando fui a por lo que allí me había llevado, Pedro Sánchez. Busqué, busqué y busqué hasta que, ¡ceporro!, ¡serás ceporro!, me dije a mí mismo, ¡cómo vas a encontrar algo de Sánchez en un archivo de almas!
Desde luego... El tomarle la tensión arterial al Pensador de Rodin no sería mayor disparate.
Lo que está haciendo la vieyera conmigo. Bufff...
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