Sobre el Colegio de La Ería
El día 8 de noviembre este diario se hizo eco de una noticia sobre la celebración de un amagüestu en el Colegio de La Ería, una gran fiesta, motivo de alegría para todos... Bueno, para todos, no. Para los que vivimos frente a él, para nosotros, rotundamente no fue un buen día, como tampoco lo han sido los de la fiesta de Carnaval, la de la paz, la exhibición canina de la Policía Nacional, los torneos de fútbol o balonmano y un largo etcétera.
Suerte tenemos los que por no padecer enfermedades o ser demasiado mayores podemos abandonar nuestro hogar huyendo del infernal ruido que todos estos felices acontecimientos generan.
Lo más grave es que desde el año 2005 existen varias órdenes dictadas por el Ayuntamiento de Oviedo que, dirigidas al director del colegio, a la empresa Lacera, encargada de la conserjería, al concejal de Deportes y a la propia Policía Local, establecen, entre otras medidas, "el control o la reducción de la emisión de ruidos, la abstención del empleo de aparatos de megafonía o instrumentos sonoros, así como la adopción de las medidas oportunas a los efectos de corregir y atenuar o aminorar dichas molestias en horario lectivo y prevenir la correcta utilización de las instalaciones del colegio, debiendo acreditar los usuarios ante la Policía Local la autorización para su uso fuera de las horas de apertura del centro". Por unos o por otros, estas órdenes se incumplen diariamente.
Pero hay más. También en el año 2005 los servicios medioambientales del Ayuntamiento informaron en el sentido de que deberían realizarse obras de cerramiento que impidan la transmisión de ruidos; la Policía Local constató la superación de los límites permitidos, hecho corroborado por una empresa de ingeniería particular; los vecinos (más de 80) denunciaron la situación; el concejal señor Mortera admitió (lógicamente antes de las últimas elecciones) ante la asociación de vecinos que el Ayuntamiento estaba pensando proceder al cierre; etcétera. Nada, todo inútil. Es más, últimamente se constata que el colegio permanece ¡totalmente abierto!, sin vigilancia de ningún tipo, los sábados y domingos. ¿Tomadura de pelo? ¿Cinismo institucional? ¿Desidia?
La obra que produce esta situación comenzó, casualmente, en cuanto nos fueron entregadas las viviendas. Esta "campaña amplificadora" disfrazada de patio cubierto (cuya licencia y proyecto duermen a buen recaudo en alguna dependencia municipal) se ha convertido en un foco de peligro para los propios alumnos, que lo utilizan a pesar de sus deficiencias (acumula agua a poco que llueva) y de la falta de control que propicia que las pandillas que asaltan la instalación cada fin de semana dejen el recinto sembrado de restos de sus "animadas fiestas" (plásticos, envases, colillas de tabaco y de lo que no es tabaco, etcétera).
Quede claro que los niños no tienen la culpa de nada y sí perfecto derecho a disfrutar de sus actividades deportivas y sociales. Se trata, simplemente, de buscar una solución que haga efectivo el ejercicio de sus derechos con el de los nuestros, que, en el fondo, son los mismos: ocio, descanso, seguridad. Por ello, hacemos un llamamiento firme, sereno y responsable a las autoridades municipales para que, de una vez por todas, asuman la situación y definan la solución más adecuada.
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