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La agonía de la atención primaria

4 de Julio del 2023 - Mabel Montequín Pañeda (El Berrón (Siero))

Mi abuela tenía 91 años, sobrevivió a la Guerra Civil cuando tan solo era una niña, a una difícil posguerra, al abandono de un padre, a un ictus con 63 años y a una neumonía que la llevó a la UCI, con muy mal pronóstico, a los 70. En 2020, mi abuela superó una pandemia por la COVID-19 sin contraer dicha enfermedad gracias a la precaución de su abnegada cuidadora, mi madre. Sin embargo, hubo algo a lo que no pudo hacer frente. Hoy vuelvo a casa por primera vez sabiendo que ella no volverá con nosotros y es debido a la completa ineptitud de la atención primaria en el centro de salud de El Berrón (Siero).

En febrero de este año la piel en el sacro de mi abuela empezó a oscurecerse, algo muy sutil y de difícil identificación si no conoces los síntomas de una UPP (úlcera por presión). A pesar de esto, mi madre entendía que algo no iba bien y realizó múltiples llamadas al centro de salud para informar de este hecho, pero nunca hubo respuesta. Sufren de un extraño fenómeno en el que la centralita vive permanentemente colapsada. Con todo, mi madre, que lleva una vida entera dedicada a los cuidados, no cesó en el intento y bajó en persona para informar al médico de cabecera. La respuesta, resumiendo, fue: nada grave. Su enfermera de atención primaria se fue de vacaciones y esa simple piel oscurecida se convirtió en el principio del fin. Desde este momento todo se tornó un calvario: no se produjeron curas diarias hasta que la situación se tornó irreversible, se le aplicaron tratamientos “novedosos” (ni los profesionales de emergencias del HUCA ni los del Hospital Monte Naranco los conocen, juzguen ustedes mismos) y terminaron dándola por desahuciada con argumentos tan sólidos como: “Es muy mayor”, “todos tenemos que morir de algo” y “está ya en la recta final de la vida”. El sábado 17 de junio, el médico de guardia del centro de salud de Noreña, el cual tiene un trato excepcional y está a años luz de su homólogo sierense, le recetó antibióticos por una fuerte infección en su úlcera, provocada por unas curas de dudosa profesionalidad. Al lunes siguiente, su médico de cabecera le quitó dichos antibióticos y el domingo 25 mi abuela estaba ingresada por una fuerte sepsis de la que finalmente no se pudo recuperar. Mi abuela era muy mayor, todos tenemos que morir de algo, mi abuela estaba en la recta final de su vida y, sin embargo, nada de esto justifica no aplicarle las curas precisas a una úlcera para que no se infecte y mucho menos quitarle los antibióticos, dos días después de ser recetados, para dejarla morir por un shock séptico. Las UPP son un problema de salud importante que interesa poner de manifiesto, ya que numerosos estudios y expertos aseguran que en la mayoría de los casos podrían evitarse (hasta el 95%) con unos cuidados adecuados y con una buena base formativa de los profesionales orientados a identificar y valorar el riesgo de padecerlas.

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