Magma electoral
Las ideologías usan todas el formato de vídeo electoral comercial, de tonalidades afectivas y con efectiva conexión de “target” con el potencial consumidor del mensaje simplificado. Lo que la gente vota es, básicamente, tres o cuatro puntos esenciales y cruciales: cómo afectan las políticas de las distintas formaciones a su economía y patrimonio, fiscalidad, sanidad pública de calidad, humanizada y resolutiva, nivel de salvaguarda y atención hacia el sector social del que se afirma ser miembro (muchas veces de modo incongruentemente subjetivo) y cuestiones más secundarias como la defensa de una gran “Marca España” prestigiosa y solvente en el mundo, defensa de un nacionalismo territorialista en ciertas autonomías, libertades liberales y de identidad, derechos sociales y de género, promoción de minorías y de la “igualdad” (ideal eufónico, pero de pensamiento puramente desiderativo, ideal-objetivo y orientativo de “igualdad real de oportunidades” en el total acceso a lo público, al trato no discriminatorio o a la lucha contra “heteropatriarcados machistas y opresores dominantes”). “Los publicistas mandan, la cultura de la comunicación audiovisual y la televisión como fábrica de iconos, campañas y seguimiento de los avatares del politiqueo se imponen. Se dice que “se puede vender un candidato del mismo modo que un refresco de moda”. La democracia es siempre un ideal, pero está claro que en esta parte del mundo hay un esmerado afán por velar por los derechos humanos y fundamentales constitucionales, por que nadie o casi nadie se sienta excluido o padezca arraigada, incluso institucionalizada discriminación. La democracia de calidad no puede existir, por otra parte, sin unas holgadas y muy mayoritarias clases medias o trabajadoras satisfechas con el sistema; sin una cultura de la confianza y la buena voluntad cooperativa y cívica. Los mayores enemigos de la democracia son el pasotismo insolidario, ilota, de rechazo a todo asunto público y políticas por comprometer el narcisismo y quemazón de persona de vuelta de todo (la cínica desafección), la corrupción de cargos electos y de tráfico incesante de influencias entre lo público y privado, por encima de toda normativa o ética; los extremismos antisistema y vociferantes, la falta total de ideas y propuestas, a veces. Pero apoyar a los políticos es reconocerlos y verlos como personas, ante todo. Personas que trabajan con denuedo, no tienen tiempo libre y se sacrifican por lo público, también. Grandes demócratas son F. Lassalle, Walt Whitman y Galbraith, Kennedy y Adolfo Suárez, Lech Walesa, Pablo Iglesias Posse, John Dewey y Alain Touraine… Fraga, José Antonio Marina, Adela Cortina, Angela Merkel y Yolanda Díaz. La democracia no es solo un escenario de élites políticas. Faltan mecanismos de control para desviaciones de poder, superación de la cultura de la crispación. La democracia es el exponente de la más exitosa convivencia en pluralidad.
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