Gramática y elecciones
En aquella Gramática, como todos ya saben, se estudiaban: nombre o sustantivo, adjetivo, artículo, pronombre, verbo, adverbio, preposición, conjunción e interjección. A estos componentes se sumaba la cruel Ortografía: tres faltas en el examen de ingreso de Bachiller eran el billete de vuelta para septiembre. El examen se hacía en el Instituto Alfonso II, en Oviedo. ¡Casi nada!
En este momento nos interesan los verbos y los adjetivos. La clasificación de los verbos es bastante amplia, pero, para no aburrir, nos quedamos con los llamados “transitivos”, que necesitan una palabra para completar su sentido: “tengo” se completa, por ejemplo, con “hambre”, “un libro”, “un coche”…
Quien en época de comicios lea con mínima atención los medios habrá observado que sale a la luz una retahíla de verbos “transitivos” que se habían mantenido en un discreto silencio durante cuatro años. Unos ejemplos de verbos “silenciosos”: “echar a”, “desbancar a”, “expulsar a”, “quitar a”… Todos ellos tienen en común la idea de “poner en la calle a” la persona o grupo que “complementan” el sentido del verbo. En la teoría, el ente o entes que compiten en las elecciones no son enemigos a los que hay qua abatir. Son solamente “competidores”, que, después del encuentro, se van unos y otros tranquilamente a tomar unas cañas. El verbo que suele poner fin a la serie “echar a”… y “poner en la calle” es “recuperar”, verbo presuntuoso porque los exaltados piensan que hay que “recuperar” lo que consideran que es suyo por herencia, legado, compra o sabe Dios qué. En el fondo, esta serie y sus familiares padecen el síndrome de Luis XIV, que en el lecho de muerte dicen que dijo: “Después de mí, el diluvio”. Que, traducido a un castellano sencillo, viene a decir: “o gobiernan los míos o el caos”.
Si estos verbos son tan tiquismiquis, los adjetivos no se quedan atrás porque los hay tan agresivos que podríamos decir que viven con su enemigo o “antónimo”, donde la presencia de uno exige la presencia de su contrario: “alto” tiene sentido porque existe “bajo”… En este juego, nos encontramos con “diestro”, que se enfrenta a “siniestro”. Los romanos tuvieron que cambiarle los ropajes a este último porque lo consideraban de mal agüero. Pero sirvió de poco porque en la actualidad encontramos todavía hechos que aún infunden terror en espíritus débiles: un gato negro, vestir de amarillo en una función teatral, un salero que se cae, pasar por debajo de una escalera… Ante tan funesta circunstancia, nuestros antepasados sustituyeron el maléfico “siniestro” por el más sonriente “izquierdo”, palabra medio vasca y medio prerromana. Así queda completo el grupo. Así podremos decir, sin miedo, “derecho” e “izquierda”.
Los cambios no se detuvieron en “derecha” e “izquierda”. Se presentó “extrema”, que se adhirió como una lapa al adjetivo “derecha”: “extrema derecha”. Inadmisible para la Gramática. Ante esta desigualdad de criterio, esta Ilustre Dama va y proclama con toda solemnidad: “si hay una ‘extrema derecha’, justo es que haya una ‘extrema izquierda’”. Solo que esta, por razones desconocidas, no se hace visible, no existe, ni está ni se la espera. Y, por si acaso quedaba alguna duda, todavía repitió: “si hay una ‘extrema derecha’ es porque hay una ‘extrema izquierda’ y viceversa. Con los dos adjetivos ‘derecha’ e ‘izquierda’ ligados a la palabra ‘extrema’, se acaban las discusiones: ‘extrema derecha’ y ‘extrema izquierda’”. Grammatica dixit.
P.D. Hace años fui al Campoamor a ver “El lindo don Diego”, de Agustín Moreto, seguidor de Calderón de la Barca. En la entrada había una estudiante con aire de recién llegada a la Universidad. Vendía claveles para la hucha del viaje de estudios. En el descanso, la joven se acercó al camerino del protagonista para ofrecerle un ramillete de aquellas flores de aspecto tan atractivo y de aroma tan rojo y luminoso. Llevaba la olorosa carga en una hermosa cesta de mimbre. Lo que salió de la boca del actor cuando vio lo que la inocente joven le ofrecía no es para reproducirlo a estas horas de la mañana. Los claveles eran amarillos.
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