Vía crucis
La primera estación de este vía crucis comienza tomando unas cervezas con unos amigos. En una de las mesas próximas de la terraza, dos parejas de pasada juventud, con atuendos tan friquis para la mayoría de los que allí estábamos, como los nuestros para ellos, conversaban animadamente. De cuando en cuando me llegaban palabras sueltas como: música heavy..., Celeiro..., pantera... y resu... por aquí y resu por allá. Como me quedé intrigado pensando de qué trataría el asunto, en cuanto pude comencé a buscar en internet. Bastó con teclear “Resu” para ver aparecer en la pantalla: nombre popular en España del festival de música “Resurrection Fest” que se celebra en Celeiro, municipio de Viveiro, en la costa norte de la provincia de Lugo, todos los veranos desde el año 2006.
Se trata de un festival de música extrema, tipo hardcore, heavy metal, punk, etc. Al parecer es un festival muy concurrido de gente de toda Europa, que acude a escuchar sus bandas y grupos favoritos.
Buceando en las hemerotecas, di con la información más reciente del “Resu” de este año, en el que han participado conjuntos como “Slipknot”, “Pantera”, “Ghost”, “Behemoth”, “Carpathian Forest”, “Pertubator”, “Belphegor”, “Blind Channel”, “Kadavar”, “Lucifer”, etc., de los que llaman la atención: “Behemoth”, “Belphegor”, “Lucifer”. Las actuaciones se desarrollan en cuatro escenarios contribuyendo a crear un ambiente de altos decibelios. Y es que este festival está montado alrededor de una escenografía comercial de estética satánica de horror y muerte, como un portal del Averno ambientado con grandes llamaradas, que adornan el escenario principal, donde muchos de los asistentes -se habla de unos ochenta mil de todas las edades- , desde abuelos de más de 70 años hasta nietos de guardería con cascos aislantes para protegerse del ruido y otros más mayorcitos, llamados “resukids”, capaces de aguantar algunos conciertos hasta las dos de la mañana. Muchos con camisetas de sus grupos preferidos y con indumentaria Halloween a base de calaveras, cuernos, máscaras macabras, vestimentas negras, cadenas, acompañados de gestos groseros, de ojos desorbitados, con la lengua fuera y alzando sus manos cornudas.
Según los organizadores, la novedad de este año ha consistido en habilitar una capilla negra, la “Resuchapel”, decorada con fantasmagóricos monjes, calaveras, cruces de neón y un esqueleto donde un oficiante del “resumonio”, vestido con una sucia sotana, que se ha pasado el festival invocando a Satanás, maldice a los que desean celebrar una boda no oficial pero muy simbólica con cuatro damos de honor u orcos que actúan de testigos, amonestando previamente a los contrayentes que su decisión no les traerá más que males pues notarán las llamas del Averno y el maligno descubrirá todos y cada uno de sus secretos, y lo hará en el peor momento, cuando pueda hacer más daño.
La segunda estación -volviendo a echar mano de la hemeroteca- tiene lugar en los países de la región del Cuerno de África: Djibouti, Etiopía, Kenya, Somalia, Sudán y Uganda, donde la sequía, los brotes epidémicos y la pobreza, cincuenta y tres millones de personas -una de cada seis personas de la región- no tienen lo suficiente para comer y se ven abocadas al hambre. Siendo el principal motivo la peor sequía que sufre el este de África de los últimos veinte años, causada según los expertos por el cambio climático que ha modificado la meteorología con repercusiones en las comunidades vulnerables. Concretamente en Somalia llevan cinco estaciones lluviosas sucesivas con precipitaciones inferiores a las normales en los tres últimos años. La situación de hambruna, aunque sea provisionalmente, se ha podido resolver gracias a la ayuda de organizaciones humanitarias. Concretamente con actuaciones sobre la población infantil, derivando muchos niños a centros especializados en el tratamiento de la malnutrición grave con complicaciones médicas.
Ambas son imágenes de nuestro mundo de hoy. Una que refleja, si no una sociedad con abundancia, al menos una que permite disponer de tiempo y dinero para distraerse y divertirse, en este caso sumando música y religión -reducida a mero esperpento- para tomarla a broma o chirigota, como una inocente trasgresión y usada como mero reclamo comercial, cuando no encubridora de intenciones ocultas que no tendrán inocentes consecuencias. La otra, sin embargo, refleja la sociedad de la miseria, de la impotencia de cambiar su destino, ligado a una climatología implacable, que se ceba en los más desgraciados y pobres, por vivir en uno de los peores sitios posibles del planeta, en los tiempos más inadecuados, que implora la ayuda divina a la vez que humanitaria, que me temo asociada a ciertas compensaciones.
Que cada cual saque sus conclusiones.
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