El comunismo camuflado en Asturias
Los partidos que aluden a él en su denominación no tienen ninguna relevancia en España; eso sí, al menos tienen la decencia de no engañar al electorado respecto a lo que representan. Tal rechazo es lógico, pues a nadie escapa que esa forma de gobierno es nefasta, en todos los sentidos y en todos los países. Más de un siglo lo demuestra, y más de cien millones de muertos, víctimas de ella, también. Ha fracasado y fracasará siempre porque el ser humano es inconformista, y tal condición no se puede extraer, como si fuera un diente, de su innata naturaleza. No importa cuántas muertes más siga acumulando por el mundo.
Pero algunos avispados aún sacan rédito a tan devastadora doctrina. Obvian el nombre y usan un subterfugio. Los que están más imbuidos de ella, la denominan “Izquierda Unida”, lo cual rebaja el tinte. Los más atrevidos y menos aleccionados, lo llaman “Podemos” y cosas semejantes. Estos tiran más de ocurrencias que del antinatural marxismo, y acogen cualquier rareza con tal de sumar posibles votantes futuros. Pero, defraudados por su principal fundador, que abandonó tras lograr su perseguido botín, y cansados de disparates, los seguidores de estos últimos van mudando el voto y pasando de tal novedad. Su fin parece próximo.
En Asturias persiste la costumbre de votar a la izquierda, a comunistas y a socialistas, está bien visto en sociedad, sin reparar en la incesante decadencia laboral de la región, ni en la gente venida del extranjero, que acapara trabajo y ayudas o delinque, ni en los talentos locales que se ven forzados a irse a otra o a emigrar. Tampoco analizan las causas que convierten a muchos jóvenes en inoperantes, incluso hasta para ellos mismos, ¡y los padres no viven siempre!
La irreflexión ante todo eso es tan grande que basta decirles a los costumbristas del voto de izquierdas: ¡Qué viene la ultraderecha!, y con eso solo, ya sirve para lograrlo. También se creen que los partidos izquierdistas son los defensores de los trabajadores. Eso es falso total y absolutamente. Los únicos que defienden de verdad a los trabajadores son aquellos que dan trabajo. No importa que lo hagan por intereses personales, ni a qué partido voten. Esos son los que activan la vida laboral.
La política comunista, muy implantada en Asturias, es dar una pequeña ayuda para malvivir sin trabajar, y meter el miedo en la mente de los dependientes receptores, advirtiéndoles del riesgo de perder aquella si dejan de votarlos. Es un chantaje emocional y una auténtica estafa piramidal legalizada. No fomentan las vías que conducen a los trabajos bien remunerados, ni estimulan la creación de cooperativas; prefieren que arriesguen el dinero los demás.
Los comunistas camuflados no proponen más medios de generar riqueza que uno: subir los impuestos a quien trabaja. Cuantos más vagos, ignorantes y embrutecidos haya en la región más posibilidades tienen de conservar los puestos de concejales y diputados. La fórmula es muy sencilla: pequeñas ayudas por votos cada cuatro años. iQué les importa que Asturias se empobrezca mientras ellos disfruten de popularidad, poder y dinero!
Cantan felices “La Internacional” despreciando todo lo nacional. Hoy es una evidencia que los extranjeros gozan de más ventajas que los propios asturianos. Estos generosos con el dinero ajeno se olvidan pronto del respeto democrático cuando “les cortan el grifo”, y sacan a relucir su auténtica condición.
Parece que Gijón empieza a reaccionar un poco contra la rojez, Oviedo ya lo había hecho; pero aún falta buena parte de Asturias.
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