Antes no importaba a quién votaba cada cual en cuestión de amistad
Cuando se empezó a digerir y disfrutar de la Transición, de eso hace más de 40 años, en los grupos de amigos jóvenes y mayores, había comunistas, de centro, de derechas, estudiantes universitarios, trabajadores de todos los ramos, mujeres y hombres sin distinción de sexo, solo por lo que marcaba la biología genética entre ellos. Unos y otras acabaron votando a quienes querían sin que ello implicara señalamiento por parte de nadie, incluso algunos llegaron a rectores de Universidad, otros a cargos relevantes entre el empresariado, curas, políticos, maestros, médicos, ingenieros, mineros, albañiles, abogadas, cirujanas, escritoras, investigadoras, alcaldes, presidentes, en fin de todo como en botica...
De lo que menos hablábamos era de política, estaba ahí, pero teníamos que divertirnos, prepararnos para el futuro: estudios, mili, profesión, emanciparse, formar familia... Entre nosotros hablábamos de cine, música, arte, literatura, deporte, proyectos, ilusiones... cada cual dentro de su nivel intelectual.
Nunca preguntábamos qué votaba nadie, pero se sabía quién lo haría al centro, a la derecha o a la izquierda. No estaba mal visto decir que no ibas a votar, más bien al contrario. La abstención se veía como una postura política más. Todos triunfaron en la vida de un modo u otro, menuda generación aquella. La última en respeto por la familia, la autoridad, los maestros, los padres, mayores, mujeres... Irrepetible.
“Y el comunista, la del PP y el de UCD dialogaban amistosamente entre sí, y nunca se peleaban por política”, esto se lo dijo Lucía, qué razón tenía.
Otra reflexión de Lucía: “Ahora la impresión es que vivo en un mundo en blanco y negro.
Un mundo sin matices de gris.
Un mundo de insultos y extremismos.
Un mundo de odios y enfrentamientos.
Un mundo de cofradías y sectas.
Un mundo de estás conmigo o estás contra mí.
Un mundo en el que el centro está cada vez más deshabitado y las periferias más pobladas, con gente arracimándose en los extremos
Me crea ansiedad entrar en las redes sociales.
Me crean ansiedad los insultos y los comentarios crueles.
Los enfrentamientos y las capillitas.
Los discursos apocalípticos sobre la que se avecina.
Me estoy empezando a volver loca, poco a poco y poco a poca.
Me pregunto si no te pasa a ti también”.
Pues sí, Lucía, nos pasa a todos, pero todos callamos, por miedo a sentir el peso del cliché intransigente, de no ser pasto de estigmatizaciones incluso institucionalizadas.
Creo que pasa por el uso y abuso de la política con fines de bienestar personal, antes la política se veía como el camino a mejorar la vida de todos, de los demás; ahora es el camino de uno mismo. Muchos y muchas encontraron un filón para su propio bienestar sin importarles los demás. Toman la política como un medio de vida. Tomaron la política al asalto y son capaces de mentir, señalar, dividir y confrontar con tal de seguir en el ruque.
Lo peor de todo, manipulan sin pudor. Los vemos regalar ahora en campaña electoral (tal tómbola de rifa chochona) de todo lo que durante estos cuatro años en el poder ni se acordaron de ello. Se ríen de nosotros. Tenemos que dignificar la política exigiendo políticos serios, capaces, maduros y con personalidad.
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