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Los gamines de Colombia

12 de Diciembre del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Estoy asustado por el impacto y las reacciones que está suscitando el caso del matrimonio de Villaviciosa desplazado a Colombia para recoger a los tres niños que habían adoptado. No he visto las imágenes (ni tengo intención de verlas); me atengo a los datos escuetos de la información escrita. Por otra parte, al no conocer a esa pareja, las reflexiones que voy a expresar no están mediatizadas por sentimientos personales.

Me deprimiría ver a la opinión asturiana entregada a un ejercicio de hipocresía colectiva. Por eso invito a todos los padres que no hayan repartido alguna vez un cachete o dos entre su querida prole, a que sean los primeros que con esa mano tan limpia tiren la primera piedra contra la pareja maliaya. Los que en cambio hayan cometido el ominoso crimen de propinar algún que otro pescozón, pues ya lo saben, si quieren ser legales que se presenten de inmediato en el juzgado más próximo para hacer entrega de sus maltratados vástagos a los servicios sociales. y acto seguido que pasen por el cuartel o la comisaría más a mano para entregarse ellos mismos a la acción de la justicia. Es previsible que las colas iban a ser considerables

No soy nadie para recetarles "De memory" a esos progenitores modélicos que no recuerdan haber despachado un solo pescozón o una ñalgada a un guaje; pero sí me atrevería a recomendarles que consulten con su farmacéutico. En cualquier caso, es lástima que después de una trayectoria tan ejemplarmente paciente, lo echen todo a perder poniéndose a lapidar, de buenas a primeras, a un padre que tuvo el infortunio de cometer bajo la cámara de seguridad de un hotel extranjero el delito que los más perpetran impunemente en el salón de sus casas.

Conozco el argumento: -Mal empieza el que empieza sacudiendo. Se da por supuesto que el encuentro entre los hijos y los padres de adopción tiene que ser forzosamente idílico. Nada menos seguro. Y aquí me van a permitir que aduzca el testimonio de una experiencia análoga a la que nos ocupa, ya que con mi mujer viajé, hace más de 10 años, a un país latino para hacernos cargo de tres hermanos que habíamos adoptado. Te encuentras con unos niños sobreexcitados porque de repente irrumpen en sus vidas una especie de marcianos que llegan para llevárselos al otro lado del mundo. Los niños adoptados proceden lógicamente de la orfandad o del abandono (una orfandad agravada). En esa situación no esperes que tengan formados esquemas básicos de socialización, como pueden ser el principio de autoridad y el tencontienes de la convivencia.

Sin transición, nada más llegar, te ves recluido durante varias semanas, las 24 horas del día, en el espacio de un hotel con unos críos trepidantes que no paran de ponerlo todo patas arriba, con unos clientes impasibles que han pagado su forfait y a los que a toda costa hay que evitar incomodar; y con un personal de servicio que no te quita ojo de encima, haciéndote sentir con mucha franqueza que tú, con tu tropa recién incorporada, eres un cliente francamente indeseable. Si te echas a la calle, tienes que hacerlo solo, pues uno de los cónyuges sigue acaparado por la ronda de entrevistas, controles, certificados, formularios. En las calles las aceras desbordadas, el tráfico infernalmente caótico; algo que desde aquí no se puede imaginar. Si uno de los críos se te escabulle en aquella marabunta ¿cómo vas tras él sin perder a los otros dos? Vives con la angustia permanente de que algo malo se puede producir en cualquier momento. Verdaderamente idílico: si en esos 15 días no se rifa algún cachete, se puede aventurar que no habrá rifa en los 15 años siguientes.

Sólo cuando por fin vuelves a casa, después de interminables horas de vuelo y de aeropuertos, te puedes relajar y bajar la guardia ente la turbulencia de esos encantadores rapacinos (angelitos, para los que ven los toros desde la barrera) que acaban de entrar en tromba en tu existencia. Enseguida van a la escuela, la vida va cobrando un ritmo y todo empieza a fluir. Vistas con la perspectiva de 10 años, en los que no han faltado las preocupaciones y los disgustos propios de cualquier familia, aquellas primeras semanas en el país de origen quedan en mi memoria como las más duras, las más tensas, las más difíciles.

La que al parecer agita el cotarro contra nuestros paisanos de Villaviciosa es una senadora, la señora Gilma Jiménez. Es de suponer que tan bondadosa dama se habrá llevado los tres gamines a su casa. A estas alturas ya habrán salido a relucir Pizarro, Hernán Cortés, el oro que les robamos y la inevitable Inquisición (-estos bestias de españoles que se llevan nuestros niños para maltratarlos). Gamines llaman allí a los niños de la calle. Y en la calle viven como las palomas y los gatos en nuestras ciudades. En los años ochenta hubo escuadrones de la muerte que los buscaban por la noche para exterminarlos. Un amigo colombiano, compañero de estudios, me comentó en cierta ocasión: -Si en un accidente matas a un gamín la cosa no llega a los juzgados; si alguien reclama, lo arreglas con 8.000 francos (unos 50 ). Detesto la dictadura castrista pero hay que reconocerle a Cuba el mérito indiscutible de ser unos de los pocos países del área que no exhibe esta lacerante lacra de la infancia abandonada.

Por favor, no se me acuse de hacer apología de la violencia doméstica. No niego que este señor de Villaviciosa haya cometido una falta, que tal vez perdió los nervios donde tendría que haber mostrado más templanza. Pero faltas las cometemos todos, en la vida privada y en la profesional; y la sanción que está sufriendo esta pareja, detenida y retenida y echada en pasto, con nombres y apellidos, a la maledicencia universal, es monstruosamente desproporcionada; el daño que se les ha hecho es irreversible, ¿sería mucho pedir que pudieran encontrar en sus paisanos un poco de comprensión y de apoyo? ¿No sería más sano que, en lugar de ese puritanismo fanático, se expresaran en los medios muchos padres reconociendo que somos humanos y nada de lo humano nos es ajeno? Si para ser padres y maridos hay que ser ángeles, que busquen ángeles para la adopción y para lo demás. Se diría que los gamines nacen por generación espontánea y que las intemperies de la calle no les propinan pescozones.

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