Líderes y liderazgo
A esta conclusión llega un editorial de LA NUEVA ESPAÑA al analizar el riesgo –cierto, por otra parte– del peligro al que se acerca la economía española con respecto del interior, y con el aumento de la deuda en el exterior.
La desconfianza de los mercados hacia la deuda española es realmente preocupante. Los gestos cara a la galería del actual Gobierno, en boca de su presidente, en EEUU, al intentar defender nuestro crecimiento económico y nuestro sistema financiero, por encima de Francia o de Italia, fue un brindis al sol que hoy estamos pagando. Como lo es la tardanza en reconocer la realidad de la crisis, puesta de manifiesto ya en el debate Solbes-Pizarro, por citar un ejemplo y una fecha. O cómo fueron de insensatas las medidas de los planes A, B y C. O las promesas con sesgo populista, de los 400, la ayuda a la maternidad, o el aumento de más de 240.000 nuevos funcionarios.
La constatación de una política económica errónea queda de manifiesto en los diferentes cambios de carteras ministeriales. La no aceptación de las más de 50 propuestas de la oposición. La excesiva generosidad con las dos comunidades autonómicas más influyentes en España, en aras a la aprobación de unos Presupuestos Generales que hoy ya están obsoletos. La falta de una ley de déficit cero. El recorte del gasto público y la supresión de ministerios es el abecé del buen camino.
Es curioso cómo en Gran Bretaña a partir del rango de ministro hacia abajo muy pocos tienen coche oficial. Aquí lo tiene hasta algún concejal. Los reiterados avisos del Banco de España al Gobierno y las extemporáneas contestaciones de los sindicatos demuestran, efectivamente, una falta de liderazgo. No podemos estar continuamente subvencionando sectores sin futuro solo por complacer a un puñado escaso de líderes sindicales.
Asturias tiene ante sí, el próximo año, la posibilidad de dar un cambio de 180 grados. Para ello no valen los mismos que la han colocado en la situación actual. Sería una locura tratar de aplicar la misma política, ya tan manoseada desde hace treinta años. Y es que Asturias no ha tenido verdaderos líderes, ni liderazgo en España. Hemos ido a remolque del resto de las comunidades, y nos hemos quedado en la comodidad de una región subsidiada, donde la finalidad era la jubilación a los cincuenta años y con el 100% del salario. O la de engordar el funcionariado, siendo ya la empresa pública la mayor empleadora, igualando, si no superando, a la industria y a la agricultura juntas.
Hemos elevado el gasto sanitario a niveles insostenibles. Con una red hospitalaria que cuenta con más de 16 hospitales públicos nos embarcamos en la construcción de otro nuevo, sin saber qué se va a hacer con el resto. No nos hemos preocupado por la pequeña y mediana empresa, ni por el trabajador autónomo. Hemos fomentado la comodidad antes que el riesgo. El empleo funcionarial, ante el trabajo investigador. Y el trabajar menos años y tener una pensión igual.
Mi apuesta es que un liderazgo en Asturias lo puede ejercer Francisco Álvarez-Cascos. Guste más o guste menos, pero su trayectoria lo hace el más capaz de dar ese cambio que necesita Asturias. Su personalidad lo aísla del interés o intereses espurios que en nada han ayudado a los asturianos. Ésa es la alternativa que puede hoy aportar el Partido Popular, pero para ello se necesita una visión generosa de quienes puedan no opinar lo mismo. No se trata de tal ni de cual, se trata de Asturias, y hoy por hoy no existe ni líder ni ha existido liderazgo. Por eso los asturianos y los medios de comunicación tienen la responsabilidad de ser ecuánimes a la hora de opinar sobre lo que es mejor y lo que nos gustaría. Relegando lo último a favor de lo primero, a ver si esta vez al menos acertamos.
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