Tuto y Tutín, Cuco y Cuquín
¡Menuda faena, Tuto! Eso no se les hace a los amigos, ¡con las que hemos pasado juntos! Nos has dejado plantados a media partida.
Conocí a tu hija Marian y al que sería tu yerno, Manolo, trabajando en el Híper de Lugones, casi ya no me acuerdo de cuándo fue. En Casa Fano, unos años adelante, iniciamos nuestra larga y fructífera amistad. Nos veíamos alguna que otra vez por semana y como día fijo los viernes, cuando se reunía toda la Peña Fano para comer y, a continuación, sin perder un minuto, a jugar a las cartas, al tute subastado. Era sesión continua, abarcaba la tarde y algo más, no jugábamos mas allá de la honrilla, únicamente por el placer de competir y ganar. Tú lo hacías con frecuencia, sabías jugar muy bien. Había discusiones sobre el juego; si no las hay, malo, algo falla.
Fano se jubiló y nos trasladamos a Casa Parrondo. Otro ambiente, la Peña Fano no era lo que fue pero nos fuimos arreglando algunos años. Por Navidad sí nos reuníamos casi todos. En esta etapa se nos fue un grande, Pepín Díaz: le seguimos recordando con mucho cariño. El cierre de Parrondo nos llevó al Martín Fierro. Nos cedieron gentilmente un reservado en la planta de abajo, estábamos francamente bien, buenas viandas y cartas por doquier. Después de un tiempo, quizás sin causa ni motivo aparente, cambiamos a La Costana, donde nos encontramos de maravilla.
Tuto nos hablaba con frecuencia, siempre ponderando para bien, de su querida esposa Gelines, de sus amadas hijas Marian y Marlén y de sus cariñosos nietos Eduardo y Alberto. También recordabas a tus padres y hermanos y nos contabas tus vivencias en Ablaña, en Mieres, en Prado, en Alemania, en Oviedo, eras todo un anecdotario. Conocías a mucha gente, sobre todo por tu negocio: Lejías Tuto. En ocasiones, cuando no recordabas el nombre del que te saludaba, solías llamarle "Cuco" o "Cuquín". Me viene a la mente mi añorada cuñada Blanca, que a los que no reconocía de nuestra numerosa familia los trataba de "Cariño".
Hace muy poco tiempo, estando en La Costana, nos abandonó otro grande, Javier Carcedo. Para ti, amigo mío, fue un palo muy severo, amargo y triste, no pudiste digerirlo, ¡maldita sea! Está bien, Tutín, dejamos esa partida pendiente en el aire, ahora quédate con el sentido amor de tu familia y el grato recuerdo de tus amigos, descansa en paz, querido amigo.
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