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La ley que incita los cambios

23 de Julio del 2023 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Dicen que el tiempo es la duración de un cambio. Pensemos en cómo evoluciona nuestro ritmo de cambios.

Hace 4 billones de años unas macromoléculas crean una membrana, se protegen, crecen, y se duplican. Aquella simbiosis de vida era amortal. En ocasiones un cataclismo, en lugar de destruir aquella vida, la transformaba en otro tipo. A la ley que incita los cambios no le bastaba eso, e incitó a la vida a elegir entre la arrogante amortalidad o la mortal reproducción sexual: eso hace 1.200 millones de años. Los mamíferos eran topillos que vivían bajo tierra, pero poseían atemorizadas sensaciones muy necesarias para que la reproducción sexual se hiciese fructífera. Desaparecidos la mayoría de los dinosaurios, tomaron su lugar hace 66 millones de años. Apareció el Homo antecesor hace 850.000 años y luego el Homo sapiens hace 100.000 años. Heredero de los temores, imaginó preguntas e indagó respuestas. Entonces la ley que incita los cambios les incitó un nuevo cambio: de nómadas cazadores-recolectores pasaron la mayoría a ser sedentarios ganaderos-agricultores: hace 10.000 años de ello. Se asociaron en tribus apoderándose de un territorio, y tuvieron que defenderlo convirtiéndose en guerreros, apareciendo también otras diferencias sociales: unos eran libres y otros esclavos. Con los esclavos se producía más y apareció el comercio y los viajes: se relataron los viajes y se escribieron: eso ocurrió hace 3.000 años. El conocimiento y la información fluían del maestro al discípulo y del texto al lector. Puestos a cambiar, pasaremos de fechar eventos singulares a fechar la vida de pioneros destacables. Saltando a bastantes de ellos, llegaríamos a Cristóbal Colón, Magallanes y Juan Sebastián Elcano, que ayudaron a descubrir la globalidad del mundo en el año 1522 después de Cristo: Jesús de Nazaret (01-33). Con la globalidad establecida aparecieron Isaac Newton (1643-1727) y James Watt (1736-1819). Con James Watt se entró en el desarrollo industrial que empleaba a hombres libres que se alquilaban por horas: buscaban ahorrar su salario para llegar a propietarios, pero tuvieron que comenzar a correr junto a las máquinas que producían más y mejor, y el salario se estancaba y no ahorraban. Así llegó Leonardo Torres Quevedo (1852-1936), que se encargó de hacer crecer las máquinas, no solo como ayuda del trabajo pesado manual, sino también del cálculo hasta hacerlas jugar al ajedrez. Era la era de la ingeniería que impulsaba cambios y atravesaba cataratas sobre el Niágara. Aún en vida de Leonardo Torres Quevedo aparece Norbert Wiener (1894-1964), que marcó el camino a la cibernética y a la robótica, y abrió la puerta a la inteligencia artificial.

Ahora, a punto de terminar el primer cuarto del siglo XXI, los cambios los logran colectivos muy capaces corriendo junto a la inteligencia artificial y la robótica o lo que Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee denominaron la carrera contra "La Máquina" (2011). Es tal el ritmo de los cambios que: "Muchos descubrimientos científicos y tecnológicos se realizan de manera independiente y simultánea en varios lugares y por distintos equipos" (Harriet Zuckerman). Es el caso de las vacunas del covid (2020). Pero el uso desorbitado de la "La Máquina" sin una planificación científica, sin una investigación sobre el impacto de sus aplicaciones; si solo se aplica desmesuradamente por el beneficio económico y político sin control ni regla social. Entonces la ley que incita los cambios podría incitar a un cambio similar al que convirtió en pollo al arrogante dinosaurio; a causa de la arrogancia de usar "La Máquina" para hacer prosperar al 1% de la población (que acapara el 82% de las riquezas producidas) sin mejorar la vida del 99% restante. Hay que recordar lo dicho por Doris Lessing: "Todas las experiencias que he vivido me han enseñado que hay que valorar al individuo, a la persona que desarrolla y preserva su propia manera de pensar (...). Mantener una opinión individual disidente, siendo miembro del grupo, es la cosa más difícil del mundo". Es decir: el humilde debe elevarse al nivel del arrogante para detenerlo, o al menos intentarlo sin desfallecer en el intento. Pues si observan bien la Historia, esa es la norma de la ley que incita los cambios: "Cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña (arrogante con su espiga tóxica erguida) y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo (humilde con su cabeza llena de grano agachada) almacenadlo en mi granero" (Mateo 13:30-31).

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