Ch y ll para la polémica
Cuando en 1994 se hablaba de suprimir de nuestros diccionarios las letras “ch” y “ll” me puse en guardia. La razón que esgrimían filólogos y lingüistas es que todo hablante sabe cómo se pronuncian vocablos como “choza” o “llenar”; el propio Camilo José Cela comentó que preocuparse por el cambio era ahogarse en un vaso de agua.
El Diccionario de la Real Academia española nos indica que la “ch” y la “ll” son dígrafos o grafemas dobles aceptados desde 1803 y su escritura es inseparable. La che tiene articulación africada, palatal y sorda; la elle es de articulación tradicionalmente lateral y palatal. Estos días en que se ha confirmado la supresión de la “ch” y la “ll” del abecedario y del Diccionario, la Academia iguala la “ch” y la “ll” a la “r” vibrante múltiple, esto es: la “rr”, que se escribe entre dos vocales y que se emplea en palabras como “sierra” y “perro”. Yo discrepo con esta comparación porque la erre doble es la suma de dos fonemas; sin embargo, la “ch” no resulta de juntar los fonemas de la “c” y la “h”, ni la “ll” de dos “l”.
Recuerdo máquinas de escribir antiguas en cuyos teclados estaban la “ch” y la “ll”. También es nostalgia los cuadernillos escolares de hace cincuenta años con los correspondientes ejercicios de todo el alfabeto y con gráficos muy didácticos.
Del mismo modo que la cedilla es un rasgo del francés y el catalán y la letra beta lo es del alemán, las letras “ch” y “ll” son rasgos intrínsecos de la lengua española.
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